lunes, 3 de noviembre de 2008

Una mano amiga en la tormenta


Así soy yo, quiero decir, mi verdadero yo. No el que ustedes creen conocer, lleno de rencor y deseos de venganza contra todos y cada uno de los compañeros.

Reconózcanmelo; he sido tratado injustamente. Se han dicho cosas muy desagradables de mi persona, que si no ayudo nunca, que jamás siento los problemas de los demás como míos, que lo del trabajo en equipo no es más que una excusa para escaquearme aún más.

Hay personas que me han llegado a echar en cara por la calle cosas tan absurdas como que me escapo a media mañana a Los Barriletes a meterme un sol y sombra. Los vecinos murmuran de mí, dicen que siempre estoy metido en antros de esos de prostitución y humazo.

Demasiado, ya está bien. Se han aprovechado de mi buena fe y de que siempre he sido sincero. Yo les abro mi corazón, les cuento mis experiencias, les expongo frente a sí mismos (pues eso y no otra cosa es mi blog) y la única repuesta que recibo es la maledicencia y el tumulto a mi alrededor.

Pues que sepa todo el mundo que en estos días de tribulaciones y martirios, de despidos y expedientes regulatorios, ni uno sólo de mis compañeros arrojados a la calle se han privado de mi amistad ni cercanía. A todos he ayudado con sus cajitas de cartón, a todos les he acompañado hasta la boca de metro –especialmente doloroso en el caso de los que tenían coche de compañía.

A todos. Quiero verles las caras. El miedo. El puto miedo. Quedarme a solas con ellos, darles mi apoyo y cuando ya no quede nadie, decirles lo que me alegro de que hayan sido ellos y no yo, y que en ningún caso duden de que me quedaré con su taquilla y su bandeja de papel y les quitaré el teclado ergonómico y los tacos chulos de hojas de recados. Y que se apuren, que la cola de los comedores sociales de las Madres Especiadas hay que guardarla desde primera hora. A menos que te quieras quedar sin comer un día más.

Yo soy así.

La Bondad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué güena persona, caray.