lunes, 14 de marzo de 2011

añoranzas capitalistas


Yo trabajé aquí. Tuve malos momentos, angustias por no llegar, tensiones por ser uno de los escogidos en el siguiente ERE. También pasé lo mío: no hubo un despacho en el que no me fumara un puro con los pies por la mesa, ni un baño en el que no me hiciera una paja -incluyendo los de tías y de sillas de ruedas. Me reí, le hice montones de putadas a los compañeros, y ellos a mí. Empalmé noches sin dormir, acabé un par de veces a las cinco de la mañana de un sábado pegándole timbrazos al vigilante para que me abriera porque simplemente con el pedo que llevaba no me había dado cuenta de que no era laborable. Me enamoré de varias mujeres que o bien me despreciaron o me bien me apreciaron pero entonces yo las desprecié a ellas. Tuvimos reuniones de empleados, asambleas donde votamos nuestro apoyo a los compañeros del comité de empresa, y luego un buen día, vendieron la empresa, vendieron el edificio y nos mandaron a todos a tomar por culo. Éramos una gran familia, eso nos decían siempre los jefes. Pero que no se te ocurra aparecerte por sus casas de La Florida a hacer valer el parentesco, que te echan los perros, o peor, los vigilantes sin papeles pero con pistola.

Yo trabajé aquí y mira cómo nos estamos quedando los dos. Con la de risas que no nos echamos casi jamás.

sábado, 12 de marzo de 2011

Y así. Un mes.

Me he tirado un mes sin hacer nada.

Alguien me dijo el otro día que los blogs están muertos.


Que son mejores los pensamientos cortos y montárselo socialmente. Como hacen las redes.


Me pasé con el Luchitín. Ya saben, el primo de mi señora, la Paroxetina.


Lo tenemos recogido en casa porque dicen que me ansio.


Y de pronto aparecí en esta foto. Dentro de ella.


Soy la mancha de hombre que camina en contrasentido, tras la mujer de rostro preocupado. Soy el que se mueve y sigue ahí, el que trata de continuar su camino.


Las redes sociales no me dejan avanzar. La Rue Rivoli es una secuencia que no avanza.



Llevas quince días sin actualizar tu blog.


Los blogs están muertos.


Llego a esta otra foto. Es el Hotel de Nice y acaban de vender su última habitación.



Su recepcionista tiene el pelo de Louise Brooks y la mirada insoportable de los espejos.


Le esperan en el Metro.










Una mujer lee en la novela que sujeta sobre sus piernas la historia de la pareja que se sienta frente a ella. No hay esperanza para ellos. Sus manos tratan de sujetarse el uno al otro en muy vano intento, dan como risa de tanto dolor.



¿Podría entrar en una red social si lo pidiera? Quiero decir, si me arrepintiera de un blog como este. De los años diciéndome mis cosas a la espalda. ¿Podría entrar entre sus piernas, amable señora de edad que aún continúas en mi oscuridad?


Mi espalda me llama. Hablamos. Todo sigue igual. Sigo aferrado a ella. Y ella a mi. Pero, ¿sabes? han pasado ya casi cuatro semanas desde que actualizaste el blog. No es la mejor de las actitudes, vamos eso creo yo.


Pienso en una frase. Daría todos estos años de blog por haberla escrito. Creo que es lo mejor que he leído en mucho tiempo. No es muy clara, se forma lentamente en mi cabeza.


Vítores a Haider Ackermann por sus poéticos drapeados.



No, no puedes entrar en mis piernas. De hacerlo, romperías un montón de unidades: narrativa, contextual, onírica incluso. La mujer me habla pero no consigo verle la cara. Somos apenas un breve diálogo de su novela. Podrías mejorarla. La frase. Puedes decir “en luminosos y brillantes verdes y marrones”.


No.


Quisiera dejarla como está. Vítores a Haider Ackermann por sus poéticos drapeados.


Estás en tu París de la cabeza. Sal ya. Tienes el blog hecho unos zorros.



Salgo por las tuberías que conectan los núcleos hipotálamicos con el tallo cerebral y de ahí al grueso lipoma que tengo en la nuca y que todo el mundo me dice que debería operarme.


Actualiza el blog. Sal de París. No tomes tantas pastillas.


Los blogs están muertos. Deberías pasarte a las redes de socializarte.


Abro el periódico. Es luz de domingo. Leo un titular: Vítores a Haider Ackermann por sus poéticos drapeados.


Y así.


Paso un mes.