domingo, 20 de junio de 2010

He estado unos días fuera. En realidad dentro.

Me dieron una semana de vacaciones en el sitio de los pijos.
Las he aprovechado encerrado en casa, dando una vuelta por mi propio cerebro. Se me hizo algo largo y monótono, si quieren que les diga. Hice muchas fotos, pero son todas la misma. Mi cerebro tiene pasillos y puertas pero sin nada detrás. Uno que va al Airis dice que todos los cerebros son iguales. Pero no creo que tenga razón, entre otras cosas porque también dice que todas las personas compartimos las mismas emociones y a mí eso me parece que me da un poco de asco y que no puede ser verdad.

El último día, justo cuando ya iba yo con prisa a pillar el vuelo de regreso, me encontré con un cartel, en el suelo, tirado, en un pasillo como todos los demás, en el piso del deseo, pero también al lado de la escalera que lleva a la tristeza.
Me lo he traído a casa.
Por si alguien sabe decirme.

























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miércoles, 9 de junio de 2010

Yo diría. Que no me importa una mierda.

En mi edificio nuevo, sobre los cielos del mundo, por encima de las montañas de bolsas de papel, los muchachos son guapos, llevan sus abdominales todos los días al trabajo. También hay lindas y delicadas ninfas de magníficas y largas piernas depiladas. Y yo coincido al menos quince o dieciséis veces al día con ellos en los ascensores, cuando voy o vengo de fumar en la puerta. Los chicos guapos también fuman, pero no tanto como la gente que, como yo, cuando da las caladas, mira siempre hacia el suelo.

Ninguno saluda nunca al entrar, los tíos son alegres y desenfadados, se dicen cosas entre ellos, se citan, se responden, mientras miran mensajes de correos en sus black and dekkers de mano. Las ninfas son peores, las ninfas te ignoran a propósito, te ponen cara de asco sin mirarte, y yo considero que eso es un mérito y muy difícil de hacer. Son al menos dos cosas a la vez –ignorar y enviar un mensaje muy específico a un tipo muy concreto, allá en la esquina del fondo del ascensor-, dos cosas que requieren intensidad y concentración. Las admiro por ello. Me imagino que ellas deben ver mi expresión de rendimiento como una especie de mueca de viejo de mierda salido y capullo. No hay como sentirse amado.

En mi edificio ayer se concentraron en la puerta unos tipos con pancarta que protestaban porque les han bajado el sueldo o el cómputo o qué se yo. Lo sé porque debí bajar al menos siete u ocho veces a fumar y allí estuvieron los muy audaces, bajo la lluvia, toda la mañana. La última vez que bajé, y en un semáforo del lateral de la gran avenida sobre la que echamos nuestros pises por las ventanas del piso veinticinco mil, un tío de un coche de varios pisos, color negro, muy nervioso por el atasco y porque debía ser difícil de llevar tanta hijoputez encima durante tantos años, atropelló a una pobre mierdecilla de esas que te limpian el parabrisas aunque tú no quieras. La tía se tiró encima de aquel monstruo, para llegar se tuvo que subir al capó, el cabrón aceleró y se la llevó por delante. Y creo que, aparte de mí, nadie giró su puta cabeza, porque todo el mundo tenía cosas que hacer y todo el mundo tiene sus propios problemas y nadie está encima para que le distraigan y parece mentira que no nos tomemos en serio estas cosas y encima los putos inmigrantes éstos de la lejía aguada.

Y está bien. Yo no me quejo. Yo subo y bajo y les miro las piernas y los abdominales. Entiendo que ellos están en su sitio y yo en el mío. Entiendo que no podemos resistir más y que es hora de convocar elecciones. Entiendo que unos tipos se suban a un barco lleno de cajas de comida y maten a diez de los capullos que las llevaban, disparando a bocajarro, e invoquen con ello su sagrado derecho a defenderse de la gente que lleva cajas de comida.

Y lo que es mejor, entiendo que nada de esto le importa una mierda a nadie. No me importa a mí, que ya para dentro de poco me marcho a casa. No le importa al del bar, que ya ha puesto en la entrada los partidos del mundial que van a echar. No le importa a los que se quejan por su cómputo.

Y ya me dirán lo que le importa a la pobre imbécil atropellada que con un hueso fuera y chillando como las perras de mi pueblo cuando era Agosto y las abríamos las tripas al aire, corre como puede antes de que le alcancen los municipales. El del coche de varios pisos, que tuvo tiempo de denunciarla por asalto a su parabrisas.

jueves, 3 de junio de 2010

No era más que un cabrón de mi barrio que se ha largado

Uno que no compraba comida preparada y se la subía a la mesa del curro.


Uno que nunca hizo cardio, un tipo que se dio mala vida.


Un tipo que hacía fotos y que le jodía la vida a los de alrededor.


Un verdadero perdedor, un tipo sin pose, un tipo sin garganta, un tipo con un cuchillo.


En la mirada, un cuchillo.


Un tipo de mi barrio.

No piensen que me afecta mucho. Ahora somos uno menos para repartir rondas en el Airis. Las putas echan cuentas y creen que no terminan el año, que el 2011 les pilla con el cierre echado.

Out of the blue
and into the black
They give you this,
but you pay for that
And once you're gone,
you can never come back
When you're out of the blue
and into the black.