viernes, 20 de diciembre de 2013

entrañable


Se acercan esas entrañables fechas en las que la mayoría de las personas quisiéramos huir y por eso nos escondemos en atascos interminables, en centros comerciales atestados, en tiendas, en colas de devolución de prendas y tickets regalos.
Son esos días en los que la felicidad se apodera de nosotros de tal modo que somos capaces de matar por un sitio libre de aparcamiento. Yo lo he hecho. El cabrón no paraba de sangrar. Pero al final conseguí hacerme con el último Hospital para Animales de la Barbie –tenemos que enseñar valores a nuestros hijos.
Bebemos y comemos como si el mundo fuera a acabarse, y nada más cierto, porque el mundo en efecto se acaba. Yo vi cómo los edificios se derrumbaban, como el cielo se volvía todo oscuro, las farolas caían todas como fichas de dominó y yo despertaba cinco horas después con la punta de la bota de un policía municipal en las costillas.
Son fechas entrañables porque nos unimos a lo que somos, a nuestras tripas. Podemos ver las calles rebosando de vómitos, adivinamos las cenas de nuestros vecinos, celebramos esas judías tan cariñosamente depositadas en nuestro portal por algún joven idealista.
He cogido el coche porque tengo que ir al centro. He cargado el AK, las dos Glocks y la Bereta. Tengo muchas ganas de celebrar estas navidades como se merece.