miércoles, 30 de enero de 2008

La Consejería de Sanidad de Madrid entra en la Historia



Buenas. Que no soy el Hombre Topo. Soy el becario de la tercera que le teclea las cositas. Que me dice que está ocupado con la primitiva del departamento y que le haga el favor de explicar como queda el asunto éste.

Me dice que había una vez un montón de rojos que mataban a la gente en las Urgencias de un hospital, y que cuando se enteraron Espe y sus amigos que son los liberales, les echaron de allí a hostias. Los rojos decían que eran médicos, pero en el fondo eran rojos. Fíjense si no, que con la excusa de que los enfermos estaban malos –hay que joderse con la tontería-, los mataban del todo para que no se pusieran más malos. Y si encima pillaban a uno que era liberal, como la Espe, antes de matarlos, les ponían la foto de Lenin así cerca de la cara, para que sufrieran más. Y les decían “si dices que te arrepientes de liberal, te quitamos de la morfina, que en tu mano está salvarte”.

El caso es que llegaron los liberales que todo lo pueden y se acabó la tontería y mandaron a los rojos a tomar por culo (esto lo he dicho ya, ¿verdad?). Y entonces ya no se murió más la gente en las Urgencias porque cuando llegaban los que estaban medio fiambres, los subían a toda leche a la planta para que no contara cuando palmaban. Y encima sin morfina, a pulso, con dos cojones.

Y una vez vino uno que se estaba muriendo, pero que también era rojo, y por joder, ya se le veía que se iba a morir a posta, antes de llegar a planta. Y menos mal que se murió en el ascensor, que entonces tampoco cuenta, y los que se tuvieron que joder fueron los rojos, porque desde que el encargado que han puesto los liberales lleva el local, allí, lo que se dice en las mismas Urgencias, no se mueren ni las cucarachas.

Y si quedara alguno con tanta mala hostia como para morirse justo al entrar, se hace obra y se llevan las Urgencias al quinto sótano, que a ver quién tiene los huevos de aguantar todo el camino.


EL PAIS, Madrid: 30-01-08.: “…. El descenso en urgencias se explica en que tras la salida de Montes, si un paciente estaba a punto de morir lo subían a planta por orden de la consejería. Según fuentes del centro, uno llegó a fallecer en el ascensor….”

martes, 29 de enero de 2008

Son cosas de liberales

Un día salvas la selva tropical

Y al siguiente, chupas pollas





He aquí la frase

lunes, 28 de enero de 2008

La foto de la mesa

Repasemos su mesa de usted, señor.
Teléfono, ordenador, pantalla (si es plana, es que usted es alguien), taco de postis, calendario del comité de empresa, bote de lápices (con su nombre de usted), grapadora (con su nombre de usted), y detalles chorras encima la pantalla (muñecos con los pies colgando y un letrero que diga "para la mejor controller del mundo" o "de tus antiguos compañeros de RRHH, que a ver si te acuerdas".
Más cosas: tendrá usted tarjetero (si es alguien), botella de plástico para rellenar, pila de asuntos pendientes -cubierta de polvo, espero- y bandeja de metal para sobres de correo interno. Tendrá cables de colores (el de red, el del teléfono y el de los datos), que usted ni puta idea pero cuando llama al técnico para quejarse le dirá que si tiene bien los latiguillos, y los latiguillos no son nada que lleve usted encima o por dentro, que uno de la cuarta dijo una vez que sí, que tenía los latiguillos perfectos, que esa mañana había hecho de vientres normal, como todos los días. Pues eso son los latiguillos, alma de cántabro.

¿Nos queda algo más?¿La plaquita de reconocimiento por veinte años de antigüedad que le dieran cuando la copa de empresa, que luego casi la pierde por cauda del pedo? ¿La pinza de cocodrilo pinchada en la pantalla y que luego va a un bloque de madera que pone "Almansa, qué linda que tú eres", porque le han dicho que una vez uno se murió de un calambre? ¿El chiste de Forges con su gracia del reparto de turnos o de cuando se estropeó el aire acondicionado?

Pero nos sigue quedando algo, ¿verdad? No me mienta que le estoy viendo.


La foto. La puta foto.


La de los niños en la piscina en verano. Eso es que está casado y quiere que todo el mundo lo sepa. Sus hijos le tocan los cojones, parece que estuvieran esperando que llegara usted a casa para empezar a dar la murga, pero ¿y lo que se liga cuando Supercurvas la de Organización se te queda con el escote a quince centímetros de la nariz embobada con la fotico los críos?. Más de uno, con poco más que eso, ha construido imperios. Yo también, en cierto periodo de mi vida, recurrí a las fotos de las revistas de colorines para ponerlas en la mesa. Y mal no me fue. Bueno, hasta que puse la de las infantas, que era mucho el cante. Pero un par de quiquis bien echados sí que cayeron, sí.


También puede ser una foto de una tía esquelética con la cara quemada a trozos, sombrerito ridículo y pantalones bombachos, delante de unas columnas rotas en mitad de un secarral. Eso es que está usted presumiendo de último viaje en crucero por el Egeo que hizo con su novia.
O la de un prado con dos vacas de la central asturiana. Eso es que usted quiere que se sepa que hay un pueblo que es el suyo. Pueblo que no ha pisado desde que le llevaron de niño a conocer a la bisabuela que aún vivía, y se cogió usted mismo unas fiebres que casi lo palma por culpa la leche sin hervir.


Todos tienen su foto. Y si no la tienen, activan el salvapantallas. Con los Alpes al atardecer o uno en ropa interior blanca con cara de espástico y unas letras que ponen "La Séptima".


Todos tienen algo que quieren que se sepa. Lo dejan ahí, como si tal cosa, como si fuera para ellos, pero una mierda para ellos también. La foto o el salvaescrín es para el resto, para los que pasan por ahí, para los que se sientan al lado. Hagan la prueba. Miren su foto, sea de lo que sea. ¿No están hasta los mismos huevos de mirarla? Todos los días, nada más llegar, con la mala hostia del transporte público o del atascado que lleva encima, y está el niño con sus gafas de bucear en la cabeza y cara de haberse bebido media piscina mirándole como diciendo "pero qué pringao eres, papá", o el coñazo de tía boba que se tiró todo el puto crucero diciendo eso de que "nuestra relación no va a ninguna parte". ¿Es eso lo que les apetece ver al llegar a su mesa? ¿No preferirían un cheque al portador por seis millones de euracos, o una nota manuscrita de Doris Leslie o Juan Jesús, los buenorros de la octava, con un requiebro y una hora para verse a solas en el cuarto los contadores antes que termine el día? Amos, no me joda que prefiere el prado ése lleno de moscas o la cena del departamento de hace cinco años que la mitad de los que salen se han prejubilado y viven de puta madre y tú no, tú te jodes?

Las fotos no se ponen para uno, son tocarle los huevos a los demás, son exhibitaciones con las que presumimos de lo que no tenemos. Ni sabemos una mierda de parapente, ni hemos subido el Maina Cholu por su cara norte, ni componemos una familia feliz, ni la relación con la escurría de las columnas rotas va a sitio ninguno y lo que te apetece es mandarla con su madre. Si al menos accediera a chupársela, ¿verdad?

Yo también tengo una foto. Y también lo hago por presumir, no te jode. La tengo en un marco -no muy grande, que no soy yo de ir dando la cantada por respuesta:



Me costaron dos con cuarenta y cinco euros en Cascorro. Y cortan que da gloria verlos. Y nuestra relación va de puta madre.

Y también muy bien.

viernes, 25 de enero de 2008

Cosas de haber bebido anoche



Lo peor no es la resaca.
Cualquiera puede aprender a manejarla.
Mucho peor es la diarrea.
La sensación de vacío.
El túnel.
La niebla.

Y las reuniones de departamento.


But one spoon of love from my forty-five
Will save you from another man

...........

That spoon, that spoon, that spoonful
That spoon, that spoon, that spoonful






Puto viernes de los cojones.
Ojalá termine ya el gafapasta.
Lo jodido.
Es que no ha hecho más que empezar.
Nos felicita.
Por los resultados obtenidos.
Y sonríe como si fuera cierto.


That spoon, that spoon, that spoonful
That spoon, that spoon, that spoonful

martes, 22 de enero de 2008

Grandes Personajes del Momento de Ahora Mismo. Hoy: Tomás Tancredo


El individuo que asciende hoy a nuestro estrado, para recibir la general adoración de la raza humana topota, es poseedor de un mérito raro, de un mérito imposible si quieren que sea aún más expectorante.

Y no es cosa fácil lo de este señor, no. Que se necesita un día sí y otro también, estar a lo que se está y no andar distrayéndose con las cositas tontas. Que es un mérito de los de todos los días dándole una y otra vez, y no perderte el objetivo. Que la gente puede un día hacer algo bueno, vale no te lo niego Mari Pili, pero que es que hay que seguir todos los días y otra y otra para ganarse un sitio en esta columna.

¿Y de qué estamos hablando?, dirán. O no dirán, que a lo mejor lo piensan. O ni siquiera, que a lo mejor se están cortando las uñas de los pies, mientras de paso hacen el Internés. Pues va de que muy poca gente hay en el mundo como don Tomás Tancredo, un señor que hace lo que se llama. Que te puedes llamar Botella, por los poneres, pero que a lo mejor no le das al Calisay más que los fines de semana, ahí con los amigos de la urba, viendo el fútbol. O Acebes y ser en general muy de una sola línea de investigación. Que no todo encaja siempre perfecto perfecto, Mari, que ves cómo te lo tengo dicho, no vas a ser tu la excepción.

Don Tomás Tancredo es lo que se llama: un Tancredo. O si no, a las pruebas ya me dirán, que se van a cagar como la perra ésa de mi vecino escalera, que anda que no la voy a dar de hostias el día que la pille.

Tomás Tancredo es importante, nada de mierdas en esta sección. Ha llegado lejos en la vida: nada menos que diputado del Consejo Completo de los Americanos por Colorado, que allí les llaman congresistas de Colorado, nada menos. Y eso que sus abuelos sí que eran unos mierdas, razón por la que nunca tendrán sección en El Hombre Topo, que llegaron de Italia en un barco con mucho humazo, muertos de hambre y sujetándose los pantalones con la mano.

¿Y qué creen que se le ha escurrido de la cabeza al congriosero éste de Tomás Tancredo? Pues ponerse de Presidente, como Puig, el de ahora, pero él en su lugar. Que a su mujer le queda bien lo de primera dama, que se llama Jackie como una que también que fue famosa y que se compró un griego con lo que había ganado de primera dama, lo que sí daría ya para ganarse el afecto topoto topoto, pero como no es del momento de ahora mismo, no sale y punto en boca.

Hay más. Que el tío dice que si los americanos le eligen, o sea que si sale de eso, de Presidente como Puig el de ahora, que a tomar por culo todos los inmigrantes. Hala, todos a la puta calle. Que si llevas un mes, fuera. Que tú cuánto llevas. Un año, pues fuera, hostia, que ya lo he dicho. ¿Y yo que llevo toda la vida aquí, que mis hijos han nacido en los lugares de los americanos? Pues al pueblo de donde saliste y devuelve los pantalones que no son tuyos, que tú te bajaste del barco con otros que se te caían, majete.

¿Le habrá dicho alguien a Tomás Tancredo que si se cepilla a los inmigrantes y sus abuelos tienen la desgracia de seguir vivos, a Italia que los devolverían? ¿Y si la cosa no acaba ahí, y si son sus padres? ¿Cómo harán para las barbacoas del domingo, ahí en el jardín del condominio con vistas a las Rocosas, que es lo que tiene ser de Colorado?

¿Se imaginan? Ahí el Tomás Tancredo, sentado en el Despacho Ojal, con los pies por cima la mesa, venga ahí con el puro y descojonado de la risa porque le han dado los informes mensuales de repatriados, que va todo fenomenal, y va la mujer, en bata, medias caídas y un delantal lleno de churretes, que entra de repente y le dice “cari, que se han llevado a mi madre a un sitio que se llama Calabria o Cantabria o no sé cómo le dicen, que están empeñados en de que ella nació en ese sitio tan raro”. “Pues de puta madre, Jackie; que así no nos jode ya más los weekends, la manía ésa que tiene de pasarle a todo el cristasol, mira el busto de Jefferson, que me lo está dejando apesadumbrao total”. “Pues no me parece bien, cari; tu madre también tiene sus cosas y la has mandado a Milán, que está mucho mejor de tiendas”. “Pues haber nacido en Milán, no te jode”. “Y no me pongas los botorros en la mesa, que mira los rayones, caray con los líderes del mundo libre, ya me lo digo Laura Puig, que en cuanto os hacen presidentes, no hay quien os aguante y lo vais poniendo todo perdido de chinarros de puro, con lo mal que salen luego los azulejos, que un poco de sentido y sensibilidad ya os vendría bien, ya”.

Y ahí está, Tomás Tancredo, tan contento, con su puro y su jefe de gabinete, que si invado Cuba, que si me presento a un segundo mandato, que si las pistolas deberían ser obligatorias desde preescolar, cuando, ñaca, entran de repente los de Tele Cinco con la camiseta ésa que pone CSI y le dicen, “tú, italiano inmigrante de mierda, a tu puta casa”. “Eh, que soy el presidente”. “Pues no haber aprobado lo de los inmigrantes, aquí ya sólo hay sitio para los navajos o los últimos mohicanos o los apechugás, que son los únicos que son originales como ninguno”, “pero si yo soy de Denver”, “sí, hombre, con esa cara vas a ser tú de Denver; venga moviendo el culo, encima haciéndose el listo, dale una hostia, Romero, que se la ha ganao”.

Tomás Tancredo, qué buen nombre te dieron. Y qué buen uso le estás dando. La de poca de gente que te lo estará reconociendo, que no sales ni en las encuestas de los que quieren ser como Puig. La de iraques y vietnames que te ibas a sacar tú de la manga, para darle bien de trabajo a Coppola, que la gente no se da cuenta que es muy jodido invadir países, pero es lo que tiene si quieres proteger las películas del cine.

Tomás Tancredo, gran personaje universal. Tancredo de profesión y vocación, congresionista y supercojonudo, que vas a limpiar el mundo de inmigrantes, tú incluido. Pero qué cojones tienes.



Aquí el amigo, recorriéndose el borde, no sea que entren más.

jueves, 17 de enero de 2008

¡Es feo vicio la mentira!


Los hombres y mujeres humanos mienten siempre. Forma parte de su naturaleza, no lo pueden impedir. Ellos ya quisieran de que no, pero es de que sí. No haberse comido la manzana ni haberse paseado en bolas por el paraíso territorial, que de ahí os viene todo.

Sin embargo, el buen oficinista zen debe aspirar a fundirse con su entorno, no somos más que una parte de la oficina en la que nos habitamos, ahora somos esa silla y después esa toma de red con salida de teléfono y cable LAN.

El buen oficinista zen busca la perfección en todos y cada uno de sus actos, no se tira pedos, fusiona su yo interior con la atmósfera que le rodea, generando una descarga de energía positiva a su alrededor.

Atienda bien el discípulo que desee transitar por el camino de la perfección de la oficina zen. Atienda bien, porque hoy hablaremos de la mentira y lo fea que es y lo poco que cuela.

La mentira es triste y fea, como la tía de la mesa al lado de los ascensores de la tercera, una que no es ni de Cobros ni de Planificación, pero que la han colocado ahí porque más sitio para ella no hay. Y, claro, o eso o la ponemos en la puta calle, yo bien sé lo que molesta tener que ir al ascensor y encontrarte a la tía ésa, que es como la mentira de triste y fea, pero lleva cuarenta y dos años en nómina y ya me dirás tú en indemnización lo que se puede llevar. Que hay que estar en todo. ¡Fijarse, cojones!, que ya jode tener que explicar las cositas.

La mentira es una mala mujer. Una mujer que se te arrima y te pide más y más, que te haces a ella y no descansas, que te aficionas y no eres capaz de detener el tema, que empiezas y no terminas nunca, así es la mentira de mala. Y no es sólo eso. Es peor.

Porque los hombres humanos y las mujeres mujeranas, cuando mienten, ponen cara de qué pegote te estoy enchufando. Cara como de culpable, como de a ver si no se da cuenta el tipo éste, como de ésta es la última que echo, lo juro por los huesos de santo de la pastelería de abajo mi casa, que mañana mismo me voy a confesar, pero que no me pillen, que no me pillen.

¡Lo que es no saber de zen, hermanos! Porque al mentir se te mete en la cabeza lo que sería la verdad y no dejas de pensar en que sí, que tú eres el que se ha comido el yogur que se trajo Sánchez Mocos y que lo tenía en la neverita de la séptima, que está a dieta blanda, cuando tú no te lo has comido pero en realidad sí te lo has comido. Te lo has comido y lo piensas y cuando dices, "no, Sánchez Mocos, que yo no he sido, que llevo dos semanas sin pasar por la séptima", en tu cabeza resuenan los coros de neuronas con el hit del momento, que es "yo me comí el yogur de Sánchez Mocos y era de trozos y con fibra para cagar". Y tú dices no, pero piensas sí, y tu cara es un cuadro que ni los de Van Nistelrooy, ése que se cortó una oreja después de un gol de penalty corner.

Si no quieres acabar en ese océano de iniquidad, ea, pues, atiende y escucha. Cabrón. Con pintas.

La verdad es una mujer honesta y recatada, libre de vicios y manchas solares y pecas y estrías. La verdad es una mujer que te mira con ojos lapislázuli cual estanque al borde del arroyo junto al camino que lleva hasta Lian Shan Po, para entendernos.

El verdadero oficinista zen nunca miente, se funde con su verdad como la mariposa devorada por el tigretón de Bengala se hace tigretón, también de Bengala mismo. Llega el jefe y te pregunta: "Hombre Topo, maestro del zen, ¿cuánto hemos estado de bocadillo de mediodía?", y el oficinista zen, asomado a la infinitud, contestará "hoy no he salido, señor Pérez-Pechos". Empero, insistirá el referido: "Pero si te hemos visto salir hace dos horas y vienes ahora de la calle y tienes todavía migas y manchurrones por la pechera, Hombre Topo, maestro del zen".

Ignorancia suprema es la del no iniciado! "Pues no sería yo, ya que no me he movido de mi sitio, revisándome todas las solicitudes de gasto, como usted me indicó ayer tarde; por cierto, aquí las tiene". "¿Las veinticinco mil quinientas? Pero si no ha podido darte tiempo" -preguntará Pérez-Pechos. "En efecto", contestará el maestro con humildad, tendiendo al jefe el tomo de cincuenta y dos coma siete centímetros de ancho, listado impreso de las veinticinco mil quinientas solicitudes de gasto revisadas, todas con su signo a en color rojo y a la izquierda. "¿Y cómo has podido, en tan poco tiempo?" "Me he quedado la noche entera en la oficina, ya verá que no he fichado de salida desde que entré ayer por la mañana", contestará el maestro zen con mirada acuosa de perrillo a la intemperie, a lo que el jefe no iniciado en las milenarias técnicas del zen, bajando la cabeza y agarrando el tomo como cayéndose, regresará a su despacho muerto de vergüenza, tal vez por su crueldad, tal vez por su gilipollez, tal vez por la mezcla potenciada de ambas doses.

¿Cuál es la cuestión, maestro, a aprehender con este ejemplo? Muy fácil, imbécil de los cojones que hablas que das grima. La cuestión ésa tuya es: que no sólo no me he mirado una puta solicitud de gastos, sino que le he pagado diez bullabeses al homeless que pasa todas las noches en el soportal de entrada al edificio para que hiciera marquitas rojas en todas las líneas. Así, ¿ves? a a a a a si es muy fácil, cojones, a ver si nos cortamos un poquito con el tío de la bota, que nos va temblando el pulso, hostias.

El maestro zen no miente. Se funde con SU VERDAD, la que ha construido mientras se cebaba a bocadillo caballa, mollejas y torreznos, con su solysombra y que sea otro más, joder, que llevo aquí un rato, y ¿quién coño se ha llevado el As? que últimamente ni periódico dais.

¿Existe una sola verdad absoluta? Sí, pues claro, ¿y qué te habías pensado tú, alma de cántaro? Existe una sola y absoluta verdad, que no es otra que aquella que, como colibrí empalmado en la húmeda selva tropical, aletea en el corazón del maestro zen.

Al igual que nunca ficha al salir de la oficina, el verdadero maestro oficinista zen NUNCA miente. Se fusiona con SU PROPIA VERDAD, se diluye en ella, como gota del rocío sobre el pecho de la doncella abierta de piernas. Se hace una sola verdad, y se transforma en ella, y con ella es capaz de construir un mundo no sólo mejor sino más de puta madre. Y a su medida, que es lo que importa.


Maestro oficinista zen, en pleno envío de mails (zen).

martes, 15 de enero de 2008

Las gafas de pasta convienen


En verdad que la anterior es una afirmación bien cierta. Todos los jefes que conozco las llevan. ¿Saben lo mejor? Que no todos las necesitan. Es lo que yo digo, ¿qué pierdes por probar? Llévalas, jodío, que te echan cuenta si te las pones. Que sí, que es mejor que dejarse los pies en el golf, o escojonarse con la raqueta de los bujerillos. Que no te tienes que apuntar a nada para que te consideren. Tú hazme caso. Imagínate que no has cagado en hace tres días. ¿Sí? Pues un poco más inexpresivo. Cálzate unas gafas de pasta -estrechicas, que son más astringentes-, camisa negra y corbata rojo oscuro, o verde oscuro, o azul oscuro, o oscuro oscuro. Haz tosecillas y di "en mi opinión"; en lo posible, un suave toque étnico al acento (catalán mola, anglosajón mola más, un poco catalán y un poco anglosajón, eso ya es el gordo de la primitiva). Apariencia entre tímido y gilipolla. Si no has subido al menos dos puestos en el organigrama de aquí al verano, no me llamo Hombre Topo.



N. del A.: en realidad, no me llamo Hombre Topo

lunes, 14 de enero de 2008

Dicen que el trabajo aliena a la persona.




¿No creen que es para sentirnos orgullosos?

viernes, 11 de enero de 2008

He estado a punto de perder la fe en el ser humano. Sin embargo...

Hoy he ido a la Seguridad Social a hacer un trámite y un tía borde con miles de años, ojeras, mal aliento y la peor hostia que he visto en mi vida me ha llamado de todo y me ha tirado los papeles a la cara.


Cosas así te devuelven la esperanza en el alma humana y sus posibilidades. Así se lo he hecho saber a la anciana hija de puta.


Early this mornin', when you knocked upon my door...
And I said, "Hello, Satan," I believe it's time to go."

miércoles, 9 de enero de 2008

Nunca te metas en peleas. Al menos si no tienes todavía el Doctorado en Hijoputa.

Sánchez Caspa lleva ya varias semanas tocándome ahí. Y yo no estoy para muchas festividades, qué quieren que les diga. Así que a ponerle en su sitio tocan.

Lunes, primera hora. Miro mi bandeja de entrada. Tengo un correo de Sánchez Caspa con copia a un montón de jefes reclamándome por decimoquinta vez un listado de aceptaciones de autorización. ¿O a lo mejor era un formulario para el aprovisionamiento de material fungible? Da igual, que le den bien por el culo. Y me viene bien que copie a todo Cristo.

Lunes, primera hora de la tarde. Me marcho a casa. ¿Lo de Sánchez Caspa? Evidentemente, no he hecho nada. Le contesto al mail, pero con algunos pequeños detalles de mi cosecha.
Primero, pongo Sánchez-Caspa en el To:, así con un guión. Copio a más gente todavía, planifico el Outlook para que mi correo salga a las tres de la mañana (sí, se puede hacer y no, no pienso decirles cómo) y redacto lo siguiente:

Estimado Juan (funciona mejor usar el nombre propio, es más íntimo):

Ya ves a qué hora te contesto, pero es que acabamos de terminar ahora con la actualización del inventario que nos pidió hace tres días Dirección General. Me hubiera encantado atender antes tu solicitud, pero quitando la media hora de comer y los quince minutos que hemos tenido para dormir estos días, no me ha sido posible hacerlo.

En cualquier caso, y como acabamos de terminar, te contesto. Me llevará algo de tiempo reunir la información, como ya te comenté en mi mail de hace dos semanas
(mentira, ese mail nunca existió), aquel que tú me respondiste diciéndome que no era urgente, que podías esperar (otro mail que jamás se ha enviado ni recibido, pero quién va a darse cuenta). Además, y como te comentaba, nos hace falta que adjuntes la relación completa de códigos de imputación, tanto por centros de trabajo como por departamentos, sin olvidar los cruces por áreas horizontalizadas ni por organizaciones matriciales, que si no, queda todo desvirtuado.

Mañana pretendo cogerme el día, mi mujer tiene médico y me gustaría acompañarla, es lo de la biopsia ésa que te comenté el otro día. Parece que no tiene muy buena pinta, pero en fin, la esperanza es lo último que se pierde. ¡Ojalá pudiera dedicarle algo más de tiempo!, pero claro, con este ritmo de trabajo…

Martes, paso todo el día tocándome los huevos sin mayores incidencias.

Miércoles, ídem.

Jueves, última hora de la tarde. Correo de Sánchez Caspa. Irritado no es la palabra, la palabra es borde, grosero e impertinente. Leche, me han salido tres palabras... Bueno, que a lo que íbamos. Que me la suda el correo del muchacho.

Viernes por la mañana. Como el correo con el guión lo ha recibido todo el mundo menos él –para eso lleva el guión, para que el Outlook no reconozca su nombre y me lo devuelva-, y como, en una lista de copiados de sesenta o setenta tíos, nadie repara en un guión de más o menos, el resultado es que todo el mundo ha podido ver mi contestación de las tres de la mañana (enviada a las cuatro y cuarto de la tarde). Todo el mundo ha podido leer lo de la carga inhumana de mi trabajo, todo el mundo sabe ya lo de mi tragedia personal, el cáncer que se está comiendo a mi mujer (que no tengo), y lo gran compañero que he sido contestando tan puntual como correctamente a Sánchez Caspa. Todo el mundo sabe que Sánchez Caspa me debe la relación ésa de códigos, relación que no sólo no existe, sino que me he inventado. Todo, pero que todo el mundo sabe que en lugar de marcharme a mi casa, después de tres días con sus noches trabajando, me he quedado a contestar a Sánchez Caspa en lugar de ir a ver a mi pobre esposa, que está sola y enferma, y seguro que además nadie se estará ocupando de mis pequeños. Todo, todo el mundo. Menos uno. Sí, ya adivinaron quién. Bueno, sólo si contestaron Sánchez Caspa y sin guión.

En eso que el de Administración, que no tiene ni idea de códigos ni de matrices departamentales, llamará al de Personal, que a su vez estaba a punto de darle un toque –y eso que no tiene ni puta idea de que sigo tan soltero como el día que me parieron- para quejarse del estilo de relación entre compañeros que parece estar imponiéndose en la empresa. ¿Pero a qué extremos de despersonalización estamos llegando? ¿Es esto lo que se entiende por trabajo en equipo? Pobre Hombre Topo, qué trato más inhumano, no hay derecho. ¿Y Sánchez Caspa? (a esta altura, el guión se lo puede ir metiendo ya por mitad del esqueje)
¿Es que son ésas maneras de dirigirse a un compañero que lleva varios días con sus noches trabajando por la empresa? Pero eso no es lo peor, lo peor es que encima Sánchez Caspa ignora lo que le están pidiendo. ¿No ve que sin los códigos no se puede hacer nada? ¿Quién se ha creído que es? Administración y Personal llamarán a Ingeniería de Procesos, y los tres juntos quedarán en la puerta del despacho de Código Ético, donde previamente se habrán citado también con Organización, Calidad y Medios. En la imposible hipótesis de que el caso llegara a oídos de mi jefe, éste sacaría pecho hasta que se le saliera por las comisuras de la Ralph Laurel. Sí, sí, ése es mi chico, mi Hombre Topo, no dejo de decirle que se tome las cosas con más calma, pero él, por agradar a un compañero…

Sánchez Caspa será llamado al despacho del Director de Personal el viernes, más o menos a la misma hora en la que yo iré ya por el tercer vermú. Hoy he elegido el bareto más cercano al edificio de mi empresa. Está nada más cruzar la calle.


Es para poder oír la hostia desde aquí.

martes, 8 de enero de 2008

Historia de lo Mío - 5



Estupendo ver la oficina tan de mañana y tan de vacío. Mucho más en días de resacas y arrepentimientos. La gente no empieza a pisar moqueta hasta mínimo las once. Las copas de empresa, muy mal sitio para intentar demostrarse nada a uno mismo. Luego, se acaba pagando y de qué manera, algunos hasta terminan casándose. Pero de eso ya hemos hablado y largo y extendido, y todo lo que se diga es poco.

Alcocer ya no está. Quiero decir en su sitio, donde me lo crucé la última vez. Estaba tan contento hace un par de días con su garganta al aire y oliendo a gato, y ahora, nada. Sólo palés y mierda. Han dejado el sitio como llegó a estar antes de todo el trasiego. Bueno, me imagino, que yo no pasaba hace años por ahí. Ni para hacerse un pajote apetece de la mugre.

Segunda que me llevo: el despacho de Alcocer. Está perfecto. Ordenado hasta decir aquí no vive nadie. Ni un papel, ni un post-it de esos que en los que ponemos “Llamar a María de la Concepción” o “Cuentas del año, echarle el muerto a alguien”. O el capullo de Alcocer había cambiado mucho antes de lo suyo o a alguien le ha dado por ordenarle el despacho como despedida. El Alcocer que yo conocía era un guarro y un desastre, todo lleno de papelitos por todas partes. La gente no cambia. Otra cosa es en la otra vida, a lo mejor ha regresado de entre los muertos para limpiarse la oficina. No es que me pegue mucho como explicación.
Por no haber no hay ni papeles en los cajones. Todo lo más, formularios en blanco. Ni un teléfono pegado a la pantalla, ni fotos de la familia. ¿Tendría Alcocer familia? ¿Y fotos? ¿Tendría fotos? Le acababan de hacer jefe hacía sólo seis meses, hay que dar buena imagen. Aunque no fuera la suya, pero no pega eso de ser jefe y no tener niños de postal. Todos los que son jefes tienen niños de esos. A veces hasta la misma foto que me recortan del Telva.

Así que voy de un misterioso a otro más misterioso. A día de hoy, mi foto de Alcocer es lo único que queda del asunto. Sin esa foto, es como si nada hubiera ocurrido.
La nueva no viene hoy. Ha dejado recado de que está enferma, en su casa y con una gripe. Un clásico para los días de regreso de las vacaciones.

- ¿Y cuándo has hablado con ella?
- Hace diez minutos –es Claver, secretario de mi jefe y vicario suyo en los mundos inferiores. Todos le llamamos Urbasón de la alergia que te da cuando estás un rato con él; te da tanta que te tienes que meter un pastillazo.

Urbasón no es calvo, le queda una pelusilla como naranja de cuando tuvo algo ahí arriba. Cuarenta y ocho años, y cinco hijos repartidos entre dos matrimonios, ambos ya más que muertos. Vive con su madre, una vieja que apesta -me ha tocado llevarle a casa este año después de la copa de Navidad- a lejía y amoníaco. A Urbasón, digo a Claver, no le queda para nada que no sea pasar las pensiones a sus exes.
Hubo una época en que manejó pasta, fue jefe y esas cosas. Pero le pillaron haciéndole no sé qué a cierto muchacho de mensajería, o eso me dijeron que yo no estaba allí para verlo. Urbasón le cae bien a mi jefe. Conviene no pasarse.

- Pues vaya una leche.
- ¿Y desde cuándo te tiene que importar a ti que Moreno esté enferma?
- A mí, lo que es a mí, me la suda, Claver. Lo único que tenía que cerrar el reporte de gastos del departamente para el último trimestre del año 2007.
- ¿Y no puedes hacerlo solito?
- Ya lo he hecho, pero la muchacha me dijo el otro día que quería meter no sé qué gastos en una de las partidas de aprovisionamiento de material. Que si no, no íbamos a podérselos arreglar a tiempo.
- ¿Podérselos arreglar? ¿A quién? –Urbasón es plano, no tiene ideas propias, bastantes ha tenido ya, y mira cómo le ha ido, nadie le tiene que explicar el resultado.
- Argoitia. Unas facturas de hotel… Ya sabes.


Argoitia es el jefe. Tiene veinticuatro años y apellido vasco, que es mucho mejor que tenerlo compuesto, dónde va a parar. Y las facturas de hotel no son facturas de hotel. El procedimiento es conocido de Urbasón -y del resto del departamento-: disfrazar gastos no muy honorables dentro de partidas anónimas, repetitivas y que por lo tanto, nadie mira. Urbasón me mira y piensa acto seguido en la cantidad de líos que tiene y en los que puede llegar a tener si Argoitia se entera de que no hemos podido arreglarle lo de los hoteles que no son hoteles.

- Te doy el teléfono. Pero no te lo he dado.

Llamo a Moreno.

- ¿Quién es? –le sale la voz de gripe de puta madre .

jueves, 3 de enero de 2008

Grandes Personajes del Momento de Ahora Mismo. Hoy: María Elena Sánchez Gallar


María Elena Sánchez Gallar es una tía simpática, que lo mismo se pide un gintonic en Embassy con las amigas, que le da la mano a un pobre. Ella es así y cae bien coññio, que ya está bien de tanto envidioso y tanto rojo suelto, y ya me han hecho hablar de más.

Pues que aquí la mujer es jefa de un barrio de la ciudad de Madrid, en concreto, del de Hortaleza, que es un sitio de puta madre y que para qué las prisas. Que digo yo que a ustedes esto les dará igual, pues anda que a mí lo suyo de sus cosas, ya me dirán.

El asunto que hace merecedora a esta señora de los pies a la cabestra de ser la número dos en la Sección de Grandes Biografías de Ahora Mismo es por sus güevos y su cosa de decir lo que se hace y lo que ya está bien, coñññio (y van dos).

Resulta que esta hembra que ya la ven en la foto que está fenomenal con su pelo y sus libracos detrás –que deben ser de esos que son falsos, de los de rellenar librerías, porque de verdad tan bonitos no quedan-, pues es la Conejala Presidente de Hortaleza, ahí es nada, qué güevos que tiene la jodía. Pero no sólo eso, que ya es mérito, que con ser conejal o conejala bien difícil, todavía ha hecho más.

Ha sido llegar a Hortaleza y decirle muy clarito a los rojos y a los atontaos ésos de los que ayudan a los drogaditos para que no lo sean, que hasta aquí hemos llegao, que tós quietos paraos y que hay un nuevo chérif en la ciudad, por decir que es un decir.

Es que ésos de los drogaditos y de los que favorecen a los muchachos que están todo el día en la calle en vez de meterse a aprendices en un taller o en una oficina para que les mandes a por un café y luego a por tabaco y así putearles todo el santo día, pues que están como si dijéramos, muy crecidos. Total, porque llevan no sé si veinte serán los años haciendo una cabalgada de los Reyes Mágicos en el barrio. Que se hacen ellos las carrozas y todo, los drogaditos, o como sean esos muchachos que yo no me meto, pero su peligro ya se les ve que tienen, que salen el día 5, ya me entienden, de enero, y se van barrio pa arriba y pa abajo después, y todo el mundo sale a la calle con los frutos del matrimonio, y aplauden a rabiar.

Pero la cosa, como la hacen los rojos, un rato cutre sí que es. Que no luce, hostias, que hay que explicarlo todo. Maderillas y cosas viejas, y mal disfrazados, con sábanas pintadas y poco más. Como son pobres, dirán. Y ahí es donde yo no puedo más. Que los rojos, en Corea del Norte muy de puta madre con los desfiles y la uniformidad, pero aquí, en la Europa Occipital, como no han ganado, pues van de cutres y de poner caras de hambre y fumar porros y follar hombres con hombres.

Y la conejala, que es una tía salada pero que hasta ahí podíamos llegar y todo tiene un límite, que queda con las amigas y le dicen: “hija, pero qué cutre y qué fea tu cabalgada, con los rojos de tu barrio”, y también le dicen, “qué mérito tienes, que pudiendo quedarte en Serrano con Hermosilla, te vas de misionera a los rojos que dicen tacos y se tocan sus partes todo el día y viven de la seguridad social”, y el otro día hasta le preguntaron que si había inmigratorios en su barrio, y en diciendo ella que sí, muy compungidas, se pagaron las amigas la ronda siguiente.

¿Qué pasa? ¿Que hay rojos en tu barrio, de esos que no hacen más que joder y que lo ponen todo perdido? Pues a tomar por el santo culo, señor mío. La cabalgada de los Reyes Mágicos, ahora, con dos cojones, de Juan Disné (el del ratón Miguelín y el Donato que es un pato), con dos cojones más, de Hipercor, que es más caro que el Día, que eso es de pobres. Que le ha encargado la cabalgada a uno que es cuñado de un primo mío, que es un profesional y que se la va a dejar toda niquelada, que había que sanear, pues se sanea ha dicho la conejala, lo que haga falta, ¿me oyen?, lo que haga falta. Que aquí lo vamos a poner todo en gotelé y con luces indirectas. Todo por los niños. Y porque los rojos se vayan del barrio.

María Elena Sánchez Gallar, si es que el nombre lo dice todo. Vaya un tía bragada, si está pidiendo el pasodoble a gritos. Y esto es sólo el principio. Que hay mucho hijoputa suelto y aquí todas las hostias van a ser pocas. Y la razón que tiene la mujer, que no es más que un problema de seguridad y de dejar a los profesionales que hagan las cosas. Que qué mayor seguridad, digo yo, que dejar a los pobres metidos en la casa, y si pudiera ser, que se fueran ya del barrio, que todo se andará, y no me creo yo que María Elena vaya a dejarme la cosa ahí. Así es como hay que ser, coñññio (la tercera y con sentimiento), profesionales, que luego vas a Embassy y las amigas te hacen de menos. Si es que en Sagasta no paran de reírse de la mujer cuando va a que le firmen los gastos. A las espaldas, claro, que no hay güevos para decirle nada a la cara.

Sólo me queda despedirme poniéndome a sus órdenes para lo que quiera mandar, señá conejala. Que yo voy mucho a mis cosas por Hortaleza y me sé dónde viven. Se van a cagar. Y los niños, pues no haberlos tenido. Cojona.


Si es que, donde haya profesionales, que se quite lo demás.