viernes, 28 de marzo de 2008

Historia de lo Mío - 9



Mejor no dormir en casa. El de la escalera aún debe andar buscándome. Y con los años he desarrollado digamos que una especie de aversión a que me machaquen a hostias.

Veamos. Alternativas tengo unas cuantas. Lo de mi hermana, por ejemplo. Descartado porque sería fácil encontrarme allí –vive un par de bloques más allá del mío-, y porque está últimamente muy coñazo con que si divorcia o no de mi cuñado. Y éste tampoco, porque mientras se deciden que si sí o que si no, se ha ido a casa de su santa, anciana y cabrona madre, que menuda mala hostia se gasta la suegra mi hermana. Alguien debería ocuparse de la gente así. No sé, un Servicio Municipal de Retirada de Hijoputas, una cosa del Ayuntamiento, que se los lleven a otra provincia, a ser posible, con desierto y sin carreteras, que no encuentren la manera de volverse.

Descarto a Moreno, el maricón paralítico de SSGG, ya les dije, ¿no?, uno que visito de vez en cuando para hincharme de anís, que me pone su tía. Bueno, y para tocarle los cojones, como no puede moverse de la barbilla para abajo… Claro que si me quedo a dormir, a ver si se me dispara la tía, que no se la ve acostumbrada a recibir gente con cola después de anochecida. Y yo, venga a hacerle cucamonas al impedido y la otra sacando del armario las bragas de cuando se casó con un sargento de la Legión, allá cuando el Sáhara todavía era colonia. Y para mi que los agujeros no serían de lencería sino de polillas.

Bingo. Ya está. Lo que yo decía, que tengo un talento sinnato para las cuestiones éstas de dormir en lecho ajeno. El Airis. Ni más ni menos. El sitio perfecto. Como dice mi vecino del cuarto, uno calvo con mocos todo el rato que le llaman El Papiro porque el aliento le huele a fábrica de celulosa, siempre nos quedará el Airis.

No sé si les he contado del Airis. Pero es un bar de puta madre que hay a cinco o seis manzanas mi cueva. Y en fin, que no me hagan hablar.

- Ve te a too mar pol cu lo –así, despacito, dándole su sitio a cada sílaba, me contesta Mariví, la dueña, cuando le planteo el asunto.


Mariví, la dueña, que tiene más años que los rodapiés de Altamira, no es que sea mala persona, es que está algo dolida conmigo porque ando en deudas con ella: tres o cuatro abordajes y un par de docenas de güisquises mínimo.

- Mujer, si en el reservado, ya después de iros, no queda nadie. Yo me apaño en el jergón.
- Que te va yas a too mar pol cu lo; a ti te voy a dejar aquí sólo una noche entera, con toda mi reserva de licores a tu alcance.

Me estoy poniendo cochino, pero cochino cochino. Como pocas veces me he puesto cochino. La tira granate del sujetador, ahí de medio caída… Tendrá dos mil años la muy jodía, pero ese cuello aún daría para unos cuantos sonetos de ésos de los que se leen en los libros.

- Mujer, si no te fías, puedes quedarte también conmigo.

Nunca un par de polvos –que es a todo lo que ya uno puede aspirar- me costó tanto. Claro que hubo que ajustar cuentas y derribos y acometidas del pasado aún sin cotizar. Yo le gusto a Mariví, como se moja conmigo, con nadie. Que eso me lo ha dicho ella y no pocas veces. Pero una cosa son las querencias y otra muy distinta las consumiciones sin pagar. Y si te quieres quedar a dormir, vale, pero pagas todo lo que debes, y mucho ojo con salirte del reservado. Ni a mear, es que ni a mear. Polvos, los que puedas echar. A los de esta noche invito yo, que ya sabes que contigo mojo lo que con nadie. Pero lo demás, lo que debes, y si quieres pasar aquí la noche, lo dejas abonadito todo.

- Y por cierto, ¿tú qué has hecho para querer dormir en un sitio tan asqueroso como mi reservado? ¿Quién te anda buscando? –va y me pregunta la tía entre panes.

2 comentarios:

Don Peperomio dijo...

Montero Glez sigue vivo??
Interesante tu bitácora...

el hombre topo dijo...

Y además aún sube y baja sola.