lunes, 10 de marzo de 2008

Historia de lo Mío - 8


Estaba preparado para todo, para que me insultara, para que me empiece a soltar hostias, para todo.

Menos para que se cayera de culo. Pero es lo que tienen los taburetes viejos, que no resisten ciertas tensiones.

Podría ayudarla a levantarse, pero a ver si se va a pensar que pretendo aprovecharme de ella. Que se joda. Ahora, va a tener que hacer fuerza para levantar ese culo gordo. La bata se entreabre. Un camisón monísimo con montones de puntillitas y brillos. No era ropa de gripe. Pero con eso de la libertad de culto, la gente acaba poniéndose cualquier cosa para pasar las calenturas.

- ¿Pero…? –dice ella mientras pone una mano en el taburete y con la otra trata de cerrarse la bata…

Consigue incorporarse de mala manera y medio cayéndose se marcha a la carrera de la habitación. Habrá ido al baño o a vestirse o a llamar por teléfono. Lo que sea, pero que me la suda.

No, no me la suda. Porque si a Fernández-Agrio –o cualquier otro que andara por la casa- le diera por aparecer, yo podría acabar con varios dientes por el suelo el mejor de los casos. Ese puto camisón estaba hecho para quitárselo a mordiscos, la tía tenía el mismo catarro que los muebles de mi cocina. Era un buen momento para salir de allí.

Y por los ruidos de carreras que dejé detrás de mi al cerrar la puerta, debí hacer muy bien. Igual que cuando decidí meterme en uno de los huecos que dejaba la escalera de madera del bloque entre pisos. No había ascensores, así que no tenía la más mínima oportunidad de llegar a la puerta de la calle sin que me pillara el amigo de Moreno y me dejara la cara como una alfombrilla de baño usada.

Escuché la puerta de la casa, los pasos rápidos bajando y subiendo. Escuché la respiración entrecortada de la tipa, la de su novio o quien fuera a menos de medio metro. Escuché los golpes estruendosos de mis venas y arterias que parecían ya estar preparándose para recibir pero bien…

Mala cosa. Muy mala cosa. Me iban a coger y me iban a dar hostias de todos los colores. Y todo por una foto. Que encima me había dejado encima de su mesa.

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