miércoles, 20 de febrero de 2008

Historia de lo Mío - 7




Tarda lo suyo en abrir. ¿Estará escondiendo a su amiguito Fernández-Agrio en el armario? Yo bien que he venido a toda hostia. No voy a ponérselo fácil, no…

- Buenass…

La mirada que le dedica a las cucarachas es más afectuosa que la que me echa a mi.

- Anda, pasa.

La casa huele a cerrado. A humedad y cerrado. Es uno de esos pisos antiguos con parqué de más de quinientos años que no necesita que nadie lo pise para montar un estruendo.

Un pasillo largo y oscuro en forma de letra L, puertas a los lados, a través de una rendija veo una gran sala con muebles tapados con sábanas. Unas risas de sitio para vivir solo.

Llegamos a lo que podría haber sido un dormitorio, sólo que lo han acondicionado como sala de estar. Tiene todo lo que se espera de una sala de estar: televisión con antenas de cuernitos, mesa camilla con un paño encima más rozado que las tetas de las tías del Airis, un sofá cama con los hierros salidos y una gran foto en blanco y negro de los abuelos de alguien en la pared. El papel pintado es de cuando Alfredo Landa dictaba la moda, veo que hay varios sitios en los que falta y lo han tratado de camuflar con pintura del mismo color. Lo que se dice un cuadro.

Hay dos sillas con tres patas apoyadas en la pared, no sirven pero ayudan a llenar el cuadro, me imagino.

Moreno, la nueva, metida en una bata vieja de hombre, de esas con cuadraditos escoceses y manchas de filete, probablemente una de esas cosas que las familias se van pasando de generación en generación. Tiene la cara roja, lo que no es novedad, siempre la tiene, siempre está moqueando y medio gimiendo, podría estar tan acatarrada como yo.

- A ver esas facturas –me dice mientras pone su culo gordo en la única silla que parece sana.
- Y yo, ¿dónde me siento? –pregunto.
- No te vas a quedar mucho. Así que pásame las facturas y el listado de códigos y vete apuntando.
- Ya, pero yo también quiero sentarme.

Su cara empieza a recordarme las raciones de callos del bar abajo mi casa. Grasienta, sucia, desagradable. No hay nada que pueda excitarme más. Se levanta con mucha desgana. Creo que está deseando que me marche. Y yo que sólo pienso en llevármela al sofá cama, lo vamos a tener difícil para entendernos.

Desaparece, me imagino que en busca de un asiento. La oigo trastear en lo que parece una cocina. Cuando regresa trae un taburete algo infame, como de niño tísico de cuando antes de la guerra. Lo siento por ello, yo ya llevo en su silla desde que saliera. Por su expresión, estoy varios peldaños por debajo de las cucarachas. Mejor, no voy a ponerle las cosas fáciles.

Se sienta en el taburete.

- Bueno, cuanto antes lo hagamos, antes te marcharás. A ver las facturas.

Le saco la foto de Alcocer en el suelo, garganta abierta de par en par, charco de sangre que se expande desde la camisa hasta el suelo del garage.

- No, si eso ya lo tengo todo controlado. En realidad quería enseñarte esta fotillo de nada.

No hay comentarios: