jueves, 7 de mayo de 2009

Una nueva pasión en mi vida: el fútbol.





Le estoy cogiendo gusto a eso del futbol. Nunca lo hubiera pensado, pero sí, es verdad, tengo que reconocerlo, lo del futbol ha empezado a gustarme, y de qué manera, oiga.

Será la calidad del juego, el ardor de los contendientes, la emoción del resultado… No sé, pero es como un veneno que se me está metiendo dentro, allá por donde la espinaca del dorsal, que para qué las prisas. Unos calofríos, un bulle bulle… Empiezo a contarles y no paro.

Y la verdad es que lo mío tenía pinta de irrecuperable. No tengo televisión. Y según me cuentan, si no tienes televisión, no te puede gustar el fútbol. ¿Por qué, por qué por qué?, me preguntaba yo. Pues porque lo echan por la tele, ¿por qué va a ser? ¿Que lo suyo son las pajas compulsivas o los museos de barcos? No hay problema, en no necesitando tele, ya puede usted ponerse a ello. ¿Que lo que le tira es el futbol? Sin televisión, hágame caso, no tiene nada que hacer. Sí, claro, puede irse al bar, que está muy bien, pero no es lo mismo. No es lo mismo, porque a la vez tiene usted que compartir el espacio con un montón de tíos gritones y que huelen a plastidecor con queso que se te echan encima a la que pueden y si no eres de su equipo, te están todo el rato poniendo caras de Clean Eastwuts con migrañas.

Yo, de toda la vida, cuando llego a casa, me siento en una silla que tengo en un rincón del salón y así me quedo un buen rato, a oscuras. Hasta que llega la hora de meterme en la cama, para ser más exactos. Me quedo escuchando los ruidos de mis vecinos, o mirando los ojos de Paroxetina, que brillan en la tiniebla igualicos que los clavos oxidados.

Yo, a poder ser, estoy siempre en el Airis, a ver si me invitan a follar un poco. Lo que se dice la puntita nada más. Pero ahora, con lo de Paroxetina en casa, y con eso de que si bebo se pone a gritar la muy escandaleras, pues me voy a casa y me quedo sentado, a ver qué voy a hacer. Poner la luz, pues no me ha dado por ahí. Total, vaya gasto. ¿Para mirar qué?

Pues miren ustedes por dónde y por cómo, he entrado en íntimo contacto con eso del fútbol que me gusta una enormidad, ya les dije ¿verdad? La cuestión es que hasta ahora, vecinos, lo que se dice, vecinos, con interés por el fútbol, pues ni puta idea. Nadie decía nada, no se escuchaba nunca un uy ni un jodé. Pero ahora, bueno bueno..., Hace un par de meses que se vinieran a vivir unos muchachos que son del Azulgrana Total, y que, cuando dan por su propia tele los goles del mentado, van y chillan y dicen auuu y se quejan y maldicen y luego se parten con sus cosas, y celebran y mueven los muebles, y un día se trajeron a unas que habían conocido por ahí y follaron después de decir gooool. Para mí que una era Merceditas, la escuálida del Airis, que tiene una manera muy particular de decir que si se va o si se viene cuando ya saben. Se la cala enseguida.

Pues no vean cómo se han puesto el resto de propietarios horizontales y verticales. ¿Unos del Azul Garra metidos en la Comunidad? ¿Pero quién y cómo y por qué? Al parecer, son alquilados. La viuda, ya se sabe, que se fue a vivir con un hijo y alquila el piso. Pues no sabe a quien nos ha metido. A la misma hez que creo que quiere decir caca.

Y así, cuando hay partido y juega el equipo con el que mis vecinos nunca habían ido, pero que ahora, como efecto del sarpullido, se han hecho todos, pues no vean la rebotagina y el pingoneo.

¡Hijos de Puta!, gritó uno el otro día por el descansillo, cuando marcó el Blanco Nuclear –que es el equipo de la reacción. ¡Independencia! –respondieron desde el tercero los alquileres. Se oyeron broncas y golpes. Las puertas se abrían y cerraban, los pisotones iban a más. Mi escalera se preparaba para una verdadera pelea a hostias.

Hoy me dicen que juegan los dos equipos del fútbol, el uno contra el otro. Los vecinos propietarios están reclutando voluntarios. La cosa está mal, dicen. Hay que dar un paso adelante. Nos jugamos el pan y la sal, y la libertad de cultos o no sé qué coño dijeron esta mañana unos que venían hablando en el ascensor. Me han preguntado, pero ya les he dicho que trabajo hasta tarde. No se lo creen, piensan que soy un cobarde. Mejor, así no vuelven a preguntar.

Van a dar ya las ocho y media, el partido está ya a punto de empezar. Yo hace un rato que he llegado a casa. Estoy sentado en mi silla, atento a los ruidos de la escalera, que anda toda revuelta. Me he comprado una cerveza de litro –Paroxetina dice que vale, pero que sin correr mucho, que me guarde algo para el segundo tiempo. Puedo oír a los arrendaditos preparándose con himnos de segadores –que ni puta idea que tiene que ver con la cosa, pero si me entero ya les digo-, y a la multipropiedad en estado de guerra al invasor y libertad para las masas centralistas.


Me gusta el futbol, me gusta un huevo. Y no tengo televisión ni pienso tenerla.

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