miércoles, 18 de marzo de 2009

Manifiesto de Madrid

«Los abajo firmantes, profesores de universidad, investigadores, académicos, e intelectuales de diferentes profesiones, ante las continuadas afrentas que el maligno señor Galileo Galiei, pisano de origen y autodenominado astrónomo, filósofo, matemático y físico, viene cometiendo contra las leyes más sagradas –y de las de la ciencia también-, suscribimos el presente Manifiesto en defensa de los más altos principios y dogmas, y rechazamos la instrumentalización que, al servicio de lucrativos intereses económicos ó ideológicos, informa toda la obra del mencionado sujeto.

En primer lugar, reclamamos una correcta interpretación de los datos de la ciencia en relación con el orden universal de los cuerpos y de las ideas, y a este respecto deseamos se tengan en consideración los siguientes hechos:

a) Existe sobrada evidencia científica de la existencia del mundo llamado sublunar, que comprende la Tierra y todo lo que se encuentra entre la Tierra y la Luna, en el cual todo es imperfecto y cambiante; del mismo modo resulta también indiscutible la existencia del que se denomina como mundo « supralunar », que comienza en la Luna y se extiende hasta el más allá, en el cual no existen sino formas geométricas perfectas y movimientos regulares inmutables.


b) Los astrólogos llevan haciendo sus horóscopos desde el principio de los tiempos, teniendo en cuenta todo aquello que, por la mano de Dios, se mueve en los cielos. Los astros mediceos o satélites de Júpiter, o como quiera que los llame el leviatán –que no otra persona es el tal Galileo-, no sirven para nada. Si algo nos dice nuestra experiencia científica es que Dios no crea cosas inútiles. Así que sólo una conclusión es posible: tales astros no pueden existir.

c) Ningún científico e investigador que se precie de serlo puede sustentar ni por un solo momento una teoría como la de las manchas solares. Pretender que el Sol, obra de Dios, y por lo tanto, obra perfecta, puede tener corrupción alguna, es atentar contra el Creador mismo.

d) La idea obscena y estúpida de que el hielo flota sobre el agua simplemente por el hecho de que es más ligero que aquella, ofende a Dios y nos ofende a todos los científicos. Sabido es desde la mismas páginas del libro del Génesis que la naturaleza misma del hielo, esto es, el atributo fundamental con que Dios lo creó, es el de flotar sobre el agua. Afirmar que unos cuerpos flotan mientras que otros se hunden viene como efecto de su peso relativo –o factor de densidad- con respecto al agua supone lisa y llanamente ofender a Dios.


e) El método científico deja de serlo cuando contradice la fe religiosa, la principal vía de conocimiento que Dios ha dado al hombre. Cuando la ciencia deja de afirmar la fe, pierde todo su sentido. Nos preguntamos si acaso cuenta Galileo, en el colmo de su atrevimiento, con interpretar por su cuenta la Biblia para ponerla de este modo de acuerdo con sus teorías. A tal efecto, nos permitimos recordar la indiscutible verdad científica del salmo 93, que deja muy clara la existencia de una cosmología geocéntrica (« Tú has fijado la tierra firme e inmóvil. »).

En definitiva, consideramos que las conclusiones que el depravado ángel de la oscuridad que se encarna en Galileo Galilei, por medio de sus pompas y obras, trasladará al Gobierno para la puesta en marcha de una Ley de plazos del aborto, agrava la situación actual y desoye a una sociedad, que lejos de desear una nueva Ley para legitimar un acto violento para el no nacido y para su madre, reclama una regulación para detener los abusos y el fraude de Ley de los centros donde se practican los abortos».


Firman cientos de doctos profesores y científicos.

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