lunes, 20 de octubre de 2008

Melancolía, Crisis y lo que sigue...



Una que ya se jubiló hace tiempo me dijo que lo que más quería era que llegara un tío que no la conociera de nada y que se la follara, así sin más, sin decir nada, sin explicaciones ni presentaciones.

Y que después, se fuera, se perdiera para siempre.

Juraba que sólo en ese caso, sería capaz de amarle y recordarle durante el resto de su vida.

Como caballero que soy, me ofrecí a tal menester. Pero olvidé un pequeño detalle. El hombre en cuestión debía ser un completo desconocido, antes y después. Sólo así podría amar su recuerdo.

Días después, en su jubilación, su marido no paraba de estrechar las manos de todo el mundo; nos decía "qué suerte, ahora ya vamos a poder estar juntos todo el día; lo que van agradecerlo los nietos...".

La sorprendí mirándome en la distancia no menos de tres o cuatro veces. Cuando me acerqué a despedirme de ella, me dijo al oido que ni lo intentara, que ya lo había dejado bien claro la primera vez que hablamos de ello.

Tenía un par de buenas piernas.

Y nada de conversación.

Estoy seguro de que hubiera funcionado.

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