miércoles, 20 de julio de 2011

El típico momento de no saber qué decir.

Es éste.


Por ejemplo, podría hablar del último libro que me ha dejado hecho trocitos. "Unnamed", de Joshua Ferris. Un hijo del Medio Oeste o de por allí les den, que cada vez que pone un dedo en una tecla, lo clava el cabrón.


Por ejemplo, del último disco que me rompe y me vuelve a componer. El de Bon Iver.


Pero, problema, los dos han salido en este blog, y parecería como que estamos siempre con lo mismo.


Así que como no tengo nada interesante que contar, expondré una parábola: un hombre tenía dos hijos, el primero era bueno, el segundo era malo, el primero mató al segundo porque tenía hambre y el segundo estaba a punto de comerse unos torreznos, el hombre lloró la pérdida de su hijo pequeño, pero poco porque era malo, expulsó a su hijo mayor de sus tierras, pero éste decidió que qué coño, que no se iba a ir, y que total, con la tos tan fea que tenía su padre, para lo que iba a durar, pues que lo metía en una residencia y a tomar por culo, y así procedieron, y el hijo mayor, que era el bueno, folló con su madre, ya que parece que eso tiene que ser así si quieres cumplir con el patrón clásico, vendió sus tierras y cruzó el horizonte a lomos de una burra guapa guapa, y dio gracias a Yavéh, pero también a todos los demás dioses, no fuera a ser qué, y llegó a un lugar que ponía inversiones, y allí se dedicó a comprar cosas súper baratas a gente que necesitaba pasta para sobrevivir, y se hizo aún más rico, y le dieron premios al empresario del año, y le dieron premios al hombre más elegante de la revista Telva, y finalmente, durmió muy tranquilo porque vió que todo lo que había hecho no era sino lo que se esperaba de él.



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