lunes, 16 de febrero de 2009

Visitando a un viejo amigo.

Ayer estuvimos en el médico. Nos gusta venir a verle. Fue quien nos presentó, y siempre gusta saludar a los viejos amigos. Además, a qué negarlo, estamos teniendo algún que otro problema de convivencia.


Paroxetina y yo.


A ver,… no es que me queje; es que nunca había vivido con nadie. Estaba acostumbrado a mi orden, a mi ritmo. Que si un cubalibre aquí y ahora, que si la Marinieves cada quince días...


Paroxetina es dulce, pero muy hija de puta. Ella sabe decir cuándo algo no le gusta. Lo sabe decir muy bien. Sonríe, pero de aquella manera, poniendo los labios como si le fuera a salir una u.

U.

Y se acabó. No bebas. No duermas. No folles. No subas. No te quejes. No vengas.

U.

El médico es un tipo estupendo. No sabe una mierda, pero nos hace sentir como si le preocupara el asunto.

­ - Las relaciones, es lo que tienen, Hombre Topo; todo lleva su tiempo. Daros un poco de tiempo. Hasta ahora, yo te veo que vas mejor. Se te nota en la mirada. En la manera de hablar.
­ - Ya,… si no digo que no. Pero es que… tiene una manera de decirme las cosas…

Paroxetina está sentada en la camilla de la consulta. No puedo verla, pero me la imagino perfecto. Con las piernas colgando, haciendo circulitos en el aire. Y con esa U tan suya. No dice nada. Nunca dice nada. Pero sé que no le gusta que hablen mal de ella. No se lo reprocho, a mí tampoco me gusta que vayan diciendo cosas de mí que no se corresponden con mi natural bondad y excelencia.

U.

Silencio incómodo. Más silencio y más incómodo. Tengo que terminar lo que vine a hacer.

­ - Hay algo más, doctor…
­ - ¿Algo más? –por su cara de susto, creo adivinar que ya sabe lo que le voy a preguntar.
­ - La cosa… que… bueno… que no se me levanta…

U.

­ - Como antes… quiero decir, que antes de que Paroxetina viniera a vivir conmigo, pues había un algo en lo que confiar… ¿me sigue?

U. U. U. U. U.

­ - Bueno, ¿sabes qué le digo? Déjelo. Si total dice usted que me ve mejor…

U.

­ - Lo que sí me van a hacer falta son más recetas. No sé, yo veo que para dos meses voy a andar corto…

viernes, 13 de febrero de 2009

Hay gente que sabe escribir. Hay gente que no.

Generation Kill. Capítulo 1.





"Me comería un kilómetro de su mierda sólo para saber de dónde salió"








Uff...


No consigo quitármela de la cabeza.

Desde anoche.

Me encantan los viernes. Adoro esa suave cualidad que tienen. La oficina me parece como liquida, todo el mundo se mueve tan despacio. Los limpiacristales nos miran desde el otro lado como si fuéramos un gran acuario.

Paroxetina me sonríe al otro extremo de la planta, sentada en la silla del jefe. A ella también le gusta la frase de la mierda. Dice que todo lo que sirva para relajarme es bueno para mí.

Y para ella. Sobre todo para ella.

jueves, 12 de febrero de 2009

La mejor serie de oficinistas de la historia


Ya está. Ya lo he soltado.

Lo malo es que ya no hay más.

Me los he visto todos. Los episodios.

La primera. La segunda.

La tercera, la cuarta y la quinta.

The.

Wire.

No. Hay. Más.

lunes, 9 de febrero de 2009

Son dos.


Son dos y llevan maletas con ruedas. Se besan sin mucho gesto, como no queriendo. En la puerta del metro. Ella luego baja las escaleras, con aspecto de andar aún por el tercer sueño. A él, una vez se da la vuelta, ya no le veo más la cara.

¿A dónde irán ahora? Sólo sé que es lunes y llevan maletas. Y que son las seis de la mañana. Pareja, o novios, o están casados por sus santas madres. Hasta el viernes, me imagino yo que se dirán antes del beso sin ganas. Habrán pasado el fin de semana haciendo que son felices. Y el domingo a la noche ya tendrán preparadas sus maletas con ruedas. El tiempo de una ducha y salir corriendo a la calle.
El tiempo de coincidir conmigo en las escaleras del metro, darse un beso sin mucha cosa y tomar cada uno su destino.

¿Cuántos lunes más hasta que deje de verles?

viernes, 6 de febrero de 2009

Esto...



Miro por la ventana. Hay atasco.Me pregunto cuántos de esos coches tienen realmente claro a dónde se dirigen. Paroxetina coge mi mano y sonríe. Dice que nos vayamos ya de aquí.

Pero todavía no es la hora. Hasta las tres, espérate hasta las tres. Luego, saldremos juntos a la calle, y caminaremos sin tener ni puta idea de cómo ni porqué.



Yo mother treated me
Like I was her baby child
That's why's I sighed
Sighed so hard
And come back home to die


miércoles, 4 de febrero de 2009

El viernes, qué casual


Traje y corbata de toda la vida. Y además, era un triunfo. Un paso adelante. Dejabas el uniforme, ya no tenías que llevarle cafés a nadie. Habías entrado en la élite de la empresa. Podías mirarle a los ojos al viejo y decirle: “he llegado, papa”.

Te pagaban un plus por vestuario, no era mucho pero daba para ir al Sepu y si no te rozabas mucho el culo en el metro, el traje te duraba mínimo dos años. La corbata, negra y estrecha. Yo se las solía pedir a los que se iban jubilando. Con algo de suerte, a lo mejor se la habían comprado hacía poco, así que no se le notaban aún los brillos.

El traje de los domingos, el de ir a meterle mano a las amigas en el Salón Imperium, ése ya te lo comprabas un poco mejor y te duraba mínimo para otros tres o cuatro años más que los del andamio. Siempre y cuando lo del culo y el metro…, ya saben.

Pero, a lo que estamos, traje y corbata, de toda la vida de los santos mártires de Manresa. O dicho como yo lo veo, que eso de los viernes de la casualidad que le llaman los gafapastas, es motivo suficiente para pillar a uno de estos tíos listos y darle hasta que te sangren los nudillos –eso es porque tengo alterado el comportamiento y no soy capaz de expresar mi frustración si no es de manera violenta, según me dice Paroxetina, que últimamente está como muy de señalarme con el dedo.

Cuando a mí me pasaron a traje y corbata, para empezar de todo, se trabajaban los sábados por la mañana, mínimo hasta las tres, que llegabas a casa con las alubias pegadas. Lo del fin de semana era un concepto más bien de la planta séptima para arriba, que tenían chalet y comían barbacoas y eso. Una vez me invitaron a una, Flores, uno que se jubiló pero no me quiso dar su corbata. Bueno, a lo mejor fue porque le tiré la parrilla portátil ésa tan chula que se había comprado en Ménendez e Hijos, Campo y Playa, y se le incendió el jardín entero. Suerte que los bomberos pudieron pararlo antes de que llegara a la casa. Bueno, la fachada se le quedó negra, pero eso, picándolo todo, que yo me ofrecí a decírselo a mi cuñado, la cosa se podía medio arreglar.

Un día, nos dieron los sábados enteros y entonces fue un lío porque mi madre no me quería en casa tirado todo el día, así que me echaron de casa y todos tan contentos y yo me tuve que buscar una pensión por la mierda del fin de semana y el acceso de la clase media a la sociedad del ocio que te cagas. Con el sábado entero, la gente empezó a rajarse los viernes, y en vez de a las once de la noche, como había sido desde nuestros mayores, empezó a haberlos de esos que a las cinco de la tarde “tenían que ir a por los niños al cole, que los viernes libra la institutriz”, o los que tenían un funeral o que les habían dado hora en el ortodoncista para los colmillos de la niña mediana.

Los empezó a haber más audaces cada vez. Y que decían “me marcho ahora, que luego se pone fatal la carretera de Extremadura”. Que a lo mejor sólo iban a la urbanización del Parque Coimbra, ahí pasado Móstoles. Así que ya ven, a la una y media del viernes, póngase a buscar a Rita, que ya me dirán dónde está.

Termino. El viernes, día casual. Casual de que puedes ir en pantalón corto y con la chaqueta vieja, la que te pones para ayudar a los colegas cuando tienen mudanza. O los azules de Vergara de cuando vas a la aceituna con el cuñado. Todo vale. Hay que ser tú mismo. No tú el que estás leyendo, cada uno su propio tú mismo, ¿me lo pillan?

Porque, claro, con el ERE y eso de que han estado tirando gente a la calle y esas cosas, pues como que el ambiente está del orden pesado. Yo, que nunca he sido avanzado ni moderno ni gafapasta, y quiera el cielo con todas sus nubes que no lo sea jamases, sigo con mi traje. Algo rozado ya, un poco trasparentoso, pero mucho mejor que esos niños de la vida que van con pantalones de chinos llenos de bolsillos y con americana cruzada botón dorado botón de ancla, y náuticos y gafas de colores marca falsas. Yo voy con mi traje de negro, bien al luto, que para eso voy a cumplir con mis obligaciones y soy persona de no andarse haciendo el cuchipanda por la oficina. Y si lo hago es a mi estilo, no me vengan ahora con remembranzas.

¿Pero no llega el gilipolla de turno, que ahora se llama Nomeacuerdo de lo Suyo y no para de hablar a gritos por mitad de la planta con un cable que le sale de la oreja, y me dice que así no, que tal y que cual, que los viernes son sagrados y que ya está bien, pero muy en serio, hostias, que hay que ayudar a construir un entorno más humano en esta oficina, y tienes que ser tú mismo, ayudar un poquito o tú verás, que lo mismo que hemos cerrado el ERE, te lo vuelvo a abrir para ti.

Ser yo mismo, ser yo mismo… Que tengo que ir vestido como yo mismo, en plan de humanizar el entorno que me circuncida…

Le pregunto a Paroxetina. Se queda pensando y pensando. Horas en el ventanal viendo cómo pasan los niños y los viejos y las furgonetas de reparto…. Hasta que llega a la conclusión, y me la dice y me mola y la pongo en práctica.




Este mismo viernes. Siendo yo mismo, señores. Se va a cagar el gafapasta. Lo primero que voy a hacer es ir a recibirle al garage, según llega de la calle. Humano, lo que se dice humano, humano…