sábado, 15 de mayo de 2010

Un mes


De todas las cosas de este mundo que encuentro miserables, una de las que más asco me dan son los regalos. ¿Por qué? ¿A santo de qué coño vamos y le damos a alguien una cajita envuelta en papelín de colores? ¿Es porque creemos que con eso conseguimos algo?

De todos los regalos que me han hecho en la vida, apenas conservo recuerdo de ninguno. No los entiendo, no sé apenas manejarme con ellos, me ponen nervioso los paquetitos, los cordelitos, las sonrisas forzadas…

En lo de mi hermano y el cuñado se empeñan. ¿Qué te apetece por el cumpleaños, por Navidades, por la fiesta de la cosecha? Y yo qué sé, quedarme sólo, que me dejéis en paz, que yo en mi casa estoy muy bien, sentado a oscuras, oyendo los ruidos de las cañerías y adivinando cómo de lo suyo del vientre la vieja del tercero.

Los regalos no son lo mío. No sé hacerlos, he hecho muy pocos, si acaso una ronda en el Airis, un par de zapatos viejos que ya no me están… No. No me gustan los regalos.

Aunque, claro, está lo del último mes.

Con el cambio, han venido las clásicas historias: la gente nueva me provoca intensos deseos de diluirme, de aprovechar uno de esos escándalos solares matinales, para diluirme en el éter, desaparecer a la vista de todos. Ha sido cosa del último mes.

Cuesta encontrar bares guarros alrededor de los edificios modernos; todo lo más, uno que suele estar abierto y vacío a mis horas –se acaban de marchar las putas, ¿sabe?, aquí se toman un café y unos churros de ayer y se marchan ya para casa-, y que habla poco y que sabe lo que quiero y que sabe la seña de a ver esa segunda copa. Todo lo más, pero hay uno y funciona.

Un mes escuchándome los latidos sin necesidad de cascos, ensordecido por el estruendo de mis células en sus mecanismos de reproducción y especialización. Un mes aislado, entero un mes, eterno un mes. Un mes lleno, un mes frente a un océano plano e infinito. Un mes imaginario, un mes real.

Desconfío de quién me hace regalos. No sé qué quieren que haga, no voy a hacer nada por ellos ni por nadie. Soy el Hombre Topo y vivo en mi oscuridad.

Un mes de regalo. Un mes en el que he venido cayendo lentamente hacia el mismo lugar en el que me encuentro ahora. Un mes sin apenas palabras.
Un mes entero. El mejor regalo que me han hecho en toda mi vida. El que más me duele. El que nunca se irá de mi.

No hay comentarios: