jueves, 18 de febrero de 2010

diario de un rebelde - 2


Con esto de los despidos y los suicidios, últimamente me estoy dando mucho a los funerales o a las cervezas del adios muchachos, fue un verdadero placer . Son interesantes esos actos, y no tanto porque todo lo que se dice en ellos sea mentira, sino porque en realidad lo que se dice es la verdad que todo el mundo ha pagado por oír.

El muerto o la muerta no era un tío simpático, la verdad. Era un pedazo de cretino al que en lugar de ir a pedirle nada, preferías antes una ortodoncia en vivo. Pero el cura dice todo lo que le querían sus amigos y compañeros... que siempre estuvo ahí disponible para quien pudiera necesitarle, que él se va pero nos queda su ejemplo…

La otra tarde, en la cerveza de despedida del tipo ése con la cara picada, sí el de Contabilidad que se me ha olvidado el nombre, alguien, antes de darle el tarjetón firmado por todos, tomó la palabra y dijo que se nos iba un hombre de bien, un tipo valiente y con personalidad, que jamás cedió ante la presión del poder gafapasta.

Y todos aplaudimos a rabiar. Habíamos ido a escuchar eso, nuestros buenos duros nos había costado el tarjetón y la estilográfica de imitación. El de la cara picada miraba hacia el suelo, no sé si por la emoción o por el sofoco. “Y nunca le vimos arrodillarse ante estos mierdas de jefes que tenemos ahora…”, seguía el otro. Nosotros, por supuesto, aún más vítores y ovaciones.

Habíamos ido a escuchar eso y no otra cosa. Nuestro dinero nos había costado. Y es que eso es lo que queremos que digan de nosotros en nuestra despedida. Nada de que fuimos unos verdaderos hijos de puta, y que chupamos todo lo que podía chuparse, para que en lugar nuestro, echaran siempre a otro.

Que es lo que por otra parte, todos sabíamos del cabrón de la cara picada…

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