martes, 22 de julio de 2008

Recuerdos borrosos de la oficina (por culpa del catarro) - 2


Don José de las Grandes Esperanzas está en recepción. Ya no le dejan pasar de allí. Se jubiló hace seis semanas, pero viene todos los días a la oficina. No es que no tenga dónde ir, ni que se aburra en casa, ni nada de esos tópicos –eso es lo que él dice-, es que sabe que aún sigue haciendo falta, que hay varios proyectos que ha dejado abiertos y que a lo mejor puede echar una mano al que los coja. Los primeros días le dejaron subir hasta su despacho –era subdirector del área de decoración de pasillos y zonas comunes. La costumbre, ya se sabe. Y que el vigilante es de poco fijarse, la verdad. Total, cómo se le va a ocurrir pedirle la tarjeta de entrada, así sin más. Si no le avisa nadie antes, ¿cómo va a acordarse?

Al principio de después de jubilarse, pues de puta madre con don José todavía en su despacho, medio sopa, como había sido de toda la vida de Dios. Pero, claro, cuando Meritxell Fernández-Expediente, que estaba justo de viaje por la planta siete, pasó por allí delante, justo por delante mismo, pues ya la cosa acabó en hostias. Más que nada porque la señora o señorita es la que corta ciertos pasteles gordos, ejemplo jubilaciones y retiros y mierdas de gente a la que no hay manera de hacer que se vaya.

Don José es majo. Muy coñazo, muy vago, muy señor de las altas cumbres, pero majo. Dicen que todo lo que le quedó del divorcio y los vicios es una habitación de realquilado en una pensión del centro, zona putas.

Los hay cabrones. Es que los hay que van diciendo que por eso es por lo que viene tanto don José por la oficina. Porque no le dejan estar a las horas del día en su habitación. Que comparte gasto y cama con una free lance de la zona, vamos.

Será por lo que sea, pero da un poco de pena verle en los tornos de la entrada, hall de mármol eterno y relumbroso, con cara de “coladme, por favor”.

Luisín Muy Macerado Díaz-Larrauri ha sido elevado a los altares, o al menos eso es lo que él se cree, pues ha dejado de saludarnos a todos de coordinador de planta para abajo. Parece que le han ascendido al puesto que deja vacante don José de las Grandes Esperanzas. Y eso que aún le queda medio año para el MBA. Lo que se dice un chollo de los de puta madre, lo que pasa es que Luisín es de los que creen que están en este mundo para hacer algo. Es joven, ya tendrá tiempo para cabrearse con su situación, resignarse y aceptarla finalmente. Ya le llegará el día en que le comuniquen que debe abandonar el despacho y dejar libres los putos tornos, por favor, muchas gracias.

Pero dejémosle disfrutar de estos momentos de felicidad. Aún me parece estar viéndole, entre las brumas de mi catarro. Toma un pañuelo papel de la caja de pañuelos papel y se limpia sus gafas nuevas. Creo que va diciendo que se las ha hecho para celebrar su nuevo puesto.

Mientras, don José, antes de acostarse, echa una colcha vieja por cima las sábanas. No es cuestión de tomar riesgos a la ligera, piensa él consigo. Mismamente.

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