domingo, 10 de julio de 2011

Domingo Tarde Calor



Una mujer delgada y también china. O china y también delgada. Soy el siguiente en el cajero. Espero a que termine. Somos los únicos seres humanos de la calle en este momento. Hace calor, es domingo, el mundo simplemente se mantiene escondido, esperando mañana a las seis, siete, ocho, vámonos para arriba que somos prescindibles.


No estoy nervioso. No tengo nada que hacer. Está tardando, pero la escena es lo que más ha merecido la pena ver en muchas semanas, así que no la voy a estropear simplemente porque no pueda controlar mis fluidos compulsivos. Cosa que sí sé hacer. Y desde los seis días de vida.


La mujer tendrá cincuenta años. O veinticinco y ha tenido mala vida. Me inclino por un término medio y una vida a medias. El cajero le pide un código. Después otro. Le ofrece una pantalla con publicidad de hipotecas. La Caja de Nuestra Gente, o algo así. Castilla La Mancha, Confianza. Tiene cojones, se les acabó el dinero hasta para cambiar la publicidad de los cajeros. Algo así como hemos quebrado, aquí no encontrará un puto duro, márchese a su puta choza en el bosque de los pandas.


Vamos ya por los tres cuartos de hora. La mujer recoge la tarjeta que el cajero le ha escupido. La vuelve a introducir. Ni me mira. ¿A qué coño? Ella está a por dinero, no a hacer amistades.


Qué gran lucha de dos civilizaciones milenarias. La china de los antiguos telares, la Castilla La Mancha de los aeropuertos yermos...


Han venido los de Proseguritas. Les han llamado de la central. Le dan veinte euros en calderilla a la china los cojones. Y a ver si nos estamos quietecitos ya con el puto cajero. ¿No ve que estamos intervencidos?


Me ponen mala cara. ¿Y tú qué? ¿También a hacer la gracia? No, yo sólo estaba mirando los anuncios de las hipotecas. Uno de los dos, el más bajito, uno lleno de pelillos desaliñados en el cogote me suelta una hostia. Se marchan. La mujer también.


Creo que ha vencido ella. Que les den por culo a todos.

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