miércoles, 7 de julio de 2010

orgullo de ser. español.



Por alguna circunstancia que parece ser que no entiendo pero que está ocurriendo, mi pueblo se está llenando de banderas. Banderas en las ventanas, en las antenas de los taxis, en los bares, en las tiendas de chinos y en los restaurantes de chinos. Banderas allá donde decidas posar la visión en 3-D.

Y es que somos españoles, coño. Pero españoles, ¿eh? Y usted, el negro, el moro y el ecuatoriano, no lo es y por mucho que quiera serlo, hay cosas que hasta aquí hemos llegado. Nosotros somos un huevo de españoles y estamos orgullosos de serlo. Orgullosos de nuestro país, de los barrios degradados, de los colgados que se matan cruzando las autopistas camino de Las Barranquillas, de las familias desahuciadas, de los viejos que se mueren metidos en sus infraviviendas del típico y entrañable distrito centro. El orgullo de que nuestros colegios estén segregados -blancos a los concertados con dinero público, el resto a los colegios puramente públicos, ¿cuántos marroquíes o rumanos hay en los jesuitas de aún quedan clases, o en los menesianos pilaristas seguidores del evangelio?. El orgullo de las putas que desfilan por los polígonos industriales, de las que viven esclavas en los miles de clubs de carretera que han florecido gracias a la honesta, orgullosa y mayoritariamente católica clientela española?

Orgullosos de todos nuestros políticos, de todas sus palabras, de todas sus ideas y sobre todo, de su elevado sentido de la justicia. Orgullosos de ser un país que desde que cree que existe, ha sido suelo de muerte. Nos hemos matado entre vecinos, entre hermanos, espalda contra espalda. Nos hemos matado con espadas, con bayonetas, a bombazos, incluso con créditos puente. Nos hemos echado de España por ser moros o judíos, nos hemos extorsionado y robado, porque yo lucho por una patria y tú no, nos odiamos porque sí, porque somos vascos y no nos entendéis, porque somos catalanes y tenemos un sentimiento nacional y porque no somos nada y no queremos ser nada. Somos uno de los pueblos que mejor y durante más tiempo nos hemos matado entre nosotros a lo largo de toda la puta historia.

Orgullosos de los bombardeos, muy orgullosos de la quema de brujas, extraordinariamente felices por las gentes a las que esclavizamos y robamos, ya fueran de casa o del otro lado de los océanos. Estamos felices y agitamos nuestra bandera, la que usamos cuando la matanza de Cholula, la de cuando aguantamos el sitio de Breda, la que besamos unos segundos antes de que nos pisaran los tanques rusos en el subsector de Novgorod, el trapillo que ondeaba tenue en los blocaos de la maldita trocha de Júcaro o en el puto monte Arruit, la que se ve a kilómetros de distancia, a través de la calima de Herat.

La bandera de nuestras multinacionales, la de nuestros créditos FAD; la bandera del avión en el que devolvemos a los negros a su puta casa, la bandera del oro que no era nuestro y que nos gastamos en guerras de religión, la bandera de la sangre que, otra cosa no habrá sido, nos las hemos compuesto especialmente bien en ponerlo todo perdido de ella. La bandera que dentro de unos siglos seguiremos usando para matarnos entre todos, la bandera de nuestros errores, la última que vieron muchos que ahora no son más que trozos de huesos en las cunetas. Huesos comunistas, huesos fachas, huesos carlistas y huesos liberales, todas las clases de huesos descansando bajo nuestro entrañable suelo patrio. El mismo sobre el que un puto yonqui temblón busca una piedra para poner el culo y poder apoyarse un poco mejor.

Somos españoles, qué coño. ¿Usted no? Se joda.

Lo que no me queda claro es qué mierda es eso de darle patadas a las cosas y por qué encima tienen que echarlo por la tele de mi vecino, el que no para de gritar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ah! Y ¡Viva San Fermín!

Anónimo dijo...

ERES LO MAS GRANDE
MADRE MIA QUE ENTRADA