jueves, 24 de julio de 2008

Recuerdos borrosos de la oficina (por culpa del catarro) - y 4

María Jesús no se quita de la cabeza un novio que tuvo a los quince años. Lo dejaron a los seis meses, pero ella tiene casi cincuenta y no puede dejar de pensar en él. No guarda nada de él, ni siquiera una foto. No va a hacer nada por encontrarle, no sabría ni por dónde empezar. Y además, ¿qué diría su marido?

José Manuel se ha dejado los ahorros tratando de salvar del cáncer a su madre y después a su hermana. Acaba de enterrar a la segunda. Hace ya tiempo que dejó de interesarse por cualquier otra cosa que por su dolor. Nunca mira a los ojos, ¿para qué?

A César lo echaron porque no vendía. Ahora colabora con la empresa con contrato mercantil y sigue vendiendo lo mismo. Bueno, es más barato. Tiene un hijo en una escuela privada americana, pero sólo por lo que le queda de curso. A la vuelta, le va a tener que decir que no hay más.

Laura es super maja hasta que deja de serlo. Con sus compañeras de departamento Rocío, Elena y Gloria, formaba un grupo de lo más unido. Hace dos años la hicieron jefa, a condición de que redujera el head count. Para disipar cualquier duda de favoritismo, empezó por sus amigas. Echó a la primera –no recuerdo cuál de las tres, eran tan parecidas y estaban siempre tan juntas…-, y acalló todos los rumores. En las semanas siguientes, harta de las miradas vacías y de los reproches en silencio de las dos que aún quedaban, las puso en la puta calle con una diferencia de media hora entre ambas.

Tomás es lo que se dice un tío con suerte. Pasa unas notas de gasto imposibles y sin embargo, siempre consigue que se las aprueben. Unos dicen que es porque tiene mano con el Director de Administración y Finanzas, un tal Tejera, que heredó el puesto de su padre. Otros, que no hay nadie en este mundo que, como Tomás, sea capaz de transformar tres mil euros de un club de la Nacional II en un montón de facturas de taxis, parkings y comidas de trabajo con menú del día económico.

Felipe subió muy rápido y luego se estancó. Daniel se está buscando un par de hostias por pelota. Enrique está cada día más enamorado de su mujer -María Jesús, la que no deja de pensar en su novio de los quince años-, aunque nunca le dice que no a una noche de farra con los amigotes, especialmente si pagan Tomás y Tejera, que son unos cachondos. Elena, Rocío y Gloria han quedado esta tarde en una cafetería de al lado de la oficina. Saben que su amiga Laura deja el coche en el parking de la empresa los quince días de vacaciones. Lo pasan bien con la tormenta de ideas.

Todos se marchan. Igual que yo. Ya no tengo catarro. Ya no lo quiero tener.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy edificante.

El Profesional dijo...

vale, vale, pero el sábado tienes que venir a casa...