jueves, 14 de febrero de 2008

El Padre Abraham contra los camareros de colores.


"Aquellos camareros maravillosos que teníamos, que le pedíamos uno cortado, un nosequé, mi tostada con crema, la mía con manteca colorada, cerdo, y a mí una de boquerones en vinagre y venían y te lo traían rápidamente y con una enorme eficacia"


La actualidad es como un lapo desde la planta quince: que corre que se las pela. Y asina de corrido han pasado ya tantas cuestiones que creo yo que no se han analizado ustedes bien este declarativo. Y como aquí estoy yo, con mi nueva personalidad –lo del túnel, ya habrán oido- y el jodido esquema cambiado, pues creo que se las voy a explicar porque hoy me sale de ahí. Sí, justo donde me está usté mirando, señorita.

Iré rapidito. Y sin repetir las cosas, que ya me han explicado que en escrito no hace falta, que van ustedes y se lo leen otra vez. O si no, se joden.

Primero, lo de llamar cerdo al camarero, es de tenerlos muy grandes. Porque se lo llama antes de que le traiga la comanda –palabra técnica que viene a ser lo mismo que está usted pensando. El tío, o es un inconsciente o es un artista. O familia del camarero, que también, pero no parece. Vean sino: mañana, cuando lo del café, van y le dicen al Puma –o como le llamen al de su bareto-: “oyes, hijoeputa, a ver esos cafés”. A ver. A ver dónde se va a meter usted los cafés.

Segundo, analicemos lo que se piden aquí los amigos del Padre Abraham. Un cortado. Oído cocina. ¿Una tostada con crema? ¿Un nosequé? Para cuando el tipo consiga procesar lo de la manteca colorada –enorme manjar de la época del Imperio Medio-, andará ya en Marinador con el Inserso. Ahora, que el gilipolla se hubiera merecido una respuesta tipo “puta pena, que el último nosequé se lo acaban de llevar a ese señor del fondo”.

Último y más importante. La cosa va de cafés y tostadas –todo lo más un nosequé para el gracioso del grupo-, ¿no? Pues ya me dirán quién, a las diez de la mañana, se pide una de boquerones en vinagre. O sea, la gente venga a mojar que si el churro que si cruasán plancha, y llega uno y se pide –y a palo seco- una de boquerones en vinagre. Ese tío, ¿tendrá novia? ¿le besarán en la boca? ¿antes del mediodía? No sé…

Lo cual me lleva a recordar a uno que había en el Marketing hacía muchos años que no sé qué le pasó de unos ataques epidurales que no podía beber alcohol y cuando íbamos de cañas y pedíamos unas cocretas o unos torreznos, él se los apretaba con batido de vainilla. Le decían Moñoño al tipo, no se lo pierdan. “Jodó, Moñoño, ¿y un zumo o una cocacola? que mira que te vamos a hostiar”. Y él, “que no, que es que el zumo me da escozores y la cocacola pone negras las cucharas de plata, a saber lo que lleva eso”. Y le fostiábamos casi todos los días, claro.

Bueno, aquí dejo el análisis. No sin antes comentar lo gracioso que me parece que toda la gente que se me venía quejando desde hace meses de lo malos que son los inmigrantes que han puesto en los bares, que no se enteran de nada, desde que hablara el Padre Abraham, no sólo no se quejan, sino que no paran de llamarle racinguista o como se diga cuando no te gustan los de otros colores.

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