martes, 22 de enero de 2008

Grandes Personajes del Momento de Ahora Mismo. Hoy: Tomás Tancredo


El individuo que asciende hoy a nuestro estrado, para recibir la general adoración de la raza humana topota, es poseedor de un mérito raro, de un mérito imposible si quieren que sea aún más expectorante.

Y no es cosa fácil lo de este señor, no. Que se necesita un día sí y otro también, estar a lo que se está y no andar distrayéndose con las cositas tontas. Que es un mérito de los de todos los días dándole una y otra vez, y no perderte el objetivo. Que la gente puede un día hacer algo bueno, vale no te lo niego Mari Pili, pero que es que hay que seguir todos los días y otra y otra para ganarse un sitio en esta columna.

¿Y de qué estamos hablando?, dirán. O no dirán, que a lo mejor lo piensan. O ni siquiera, que a lo mejor se están cortando las uñas de los pies, mientras de paso hacen el Internés. Pues va de que muy poca gente hay en el mundo como don Tomás Tancredo, un señor que hace lo que se llama. Que te puedes llamar Botella, por los poneres, pero que a lo mejor no le das al Calisay más que los fines de semana, ahí con los amigos de la urba, viendo el fútbol. O Acebes y ser en general muy de una sola línea de investigación. Que no todo encaja siempre perfecto perfecto, Mari, que ves cómo te lo tengo dicho, no vas a ser tu la excepción.

Don Tomás Tancredo es lo que se llama: un Tancredo. O si no, a las pruebas ya me dirán, que se van a cagar como la perra ésa de mi vecino escalera, que anda que no la voy a dar de hostias el día que la pille.

Tomás Tancredo es importante, nada de mierdas en esta sección. Ha llegado lejos en la vida: nada menos que diputado del Consejo Completo de los Americanos por Colorado, que allí les llaman congresistas de Colorado, nada menos. Y eso que sus abuelos sí que eran unos mierdas, razón por la que nunca tendrán sección en El Hombre Topo, que llegaron de Italia en un barco con mucho humazo, muertos de hambre y sujetándose los pantalones con la mano.

¿Y qué creen que se le ha escurrido de la cabeza al congriosero éste de Tomás Tancredo? Pues ponerse de Presidente, como Puig, el de ahora, pero él en su lugar. Que a su mujer le queda bien lo de primera dama, que se llama Jackie como una que también que fue famosa y que se compró un griego con lo que había ganado de primera dama, lo que sí daría ya para ganarse el afecto topoto topoto, pero como no es del momento de ahora mismo, no sale y punto en boca.

Hay más. Que el tío dice que si los americanos le eligen, o sea que si sale de eso, de Presidente como Puig el de ahora, que a tomar por culo todos los inmigrantes. Hala, todos a la puta calle. Que si llevas un mes, fuera. Que tú cuánto llevas. Un año, pues fuera, hostia, que ya lo he dicho. ¿Y yo que llevo toda la vida aquí, que mis hijos han nacido en los lugares de los americanos? Pues al pueblo de donde saliste y devuelve los pantalones que no son tuyos, que tú te bajaste del barco con otros que se te caían, majete.

¿Le habrá dicho alguien a Tomás Tancredo que si se cepilla a los inmigrantes y sus abuelos tienen la desgracia de seguir vivos, a Italia que los devolverían? ¿Y si la cosa no acaba ahí, y si son sus padres? ¿Cómo harán para las barbacoas del domingo, ahí en el jardín del condominio con vistas a las Rocosas, que es lo que tiene ser de Colorado?

¿Se imaginan? Ahí el Tomás Tancredo, sentado en el Despacho Ojal, con los pies por cima la mesa, venga ahí con el puro y descojonado de la risa porque le han dado los informes mensuales de repatriados, que va todo fenomenal, y va la mujer, en bata, medias caídas y un delantal lleno de churretes, que entra de repente y le dice “cari, que se han llevado a mi madre a un sitio que se llama Calabria o Cantabria o no sé cómo le dicen, que están empeñados en de que ella nació en ese sitio tan raro”. “Pues de puta madre, Jackie; que así no nos jode ya más los weekends, la manía ésa que tiene de pasarle a todo el cristasol, mira el busto de Jefferson, que me lo está dejando apesadumbrao total”. “Pues no me parece bien, cari; tu madre también tiene sus cosas y la has mandado a Milán, que está mucho mejor de tiendas”. “Pues haber nacido en Milán, no te jode”. “Y no me pongas los botorros en la mesa, que mira los rayones, caray con los líderes del mundo libre, ya me lo digo Laura Puig, que en cuanto os hacen presidentes, no hay quien os aguante y lo vais poniendo todo perdido de chinarros de puro, con lo mal que salen luego los azulejos, que un poco de sentido y sensibilidad ya os vendría bien, ya”.

Y ahí está, Tomás Tancredo, tan contento, con su puro y su jefe de gabinete, que si invado Cuba, que si me presento a un segundo mandato, que si las pistolas deberían ser obligatorias desde preescolar, cuando, ñaca, entran de repente los de Tele Cinco con la camiseta ésa que pone CSI y le dicen, “tú, italiano inmigrante de mierda, a tu puta casa”. “Eh, que soy el presidente”. “Pues no haber aprobado lo de los inmigrantes, aquí ya sólo hay sitio para los navajos o los últimos mohicanos o los apechugás, que son los únicos que son originales como ninguno”, “pero si yo soy de Denver”, “sí, hombre, con esa cara vas a ser tú de Denver; venga moviendo el culo, encima haciéndose el listo, dale una hostia, Romero, que se la ha ganao”.

Tomás Tancredo, qué buen nombre te dieron. Y qué buen uso le estás dando. La de poca de gente que te lo estará reconociendo, que no sales ni en las encuestas de los que quieren ser como Puig. La de iraques y vietnames que te ibas a sacar tú de la manga, para darle bien de trabajo a Coppola, que la gente no se da cuenta que es muy jodido invadir países, pero es lo que tiene si quieres proteger las películas del cine.

Tomás Tancredo, gran personaje universal. Tancredo de profesión y vocación, congresionista y supercojonudo, que vas a limpiar el mundo de inmigrantes, tú incluido. Pero qué cojones tienes.



Aquí el amigo, recorriéndose el borde, no sea que entren más.

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