jueves, 29 de noviembre de 2007

Historia de lo Mío - 2

No conviene precipitarse. Ella aún no sabe que he visto a Alcocer. Tan mono, con el cuchillo de lado a lado… Hasta una foto que le he hecho esta mañana, que he llegado pronto y en vez de irme al despacho del Consejero Delgado, me he pasado con uno que era cuñado mío y tiene un móvil con cámara. Al principio, él no era partidario de venirse a hacerle fotos a un muerto, pero como le tengo agarrado por los huevos -mi hermana, su ex, no se ha enterado de un dinero que me pidió que le escondiera en casa, y en plenas hostias del juicio de separarse, pues ya ven qué poco me cuesta hacerle el favor-, no le ha quedado más remedio que venirse. Daba cantidad de ascote, la verdad es que tres días o más que llevaba ahí la cosa puesta, y claro que muy bien ya lo que se dice muy bien, no huele el jodido de Alcocer. Ahora, yo es lo que le decía:

- Mira, macho, si estamos aquí es porque hemos venido y ya no hay marcha atrás. Las fotos y a toda leche, que nos pueden pillar.

Después, y antes de irse cada uno a lo suyo, que luego me envía la foto por el autluk, le he dicho de apretarnos unos riñoncitos, que a estas horas y con el relente de la mañana... Nada, ni contestar, a vomitar que se ha puesto el muy cuñado. Menos mal que ya estábamos en la acera de enfrente y no le ha dado por echarme la papa en el hall de entrada, que hace poco que que han cambiado la moqueta y la nueva lleva el escudo de la empresa.


Mientras mi cuñado me manda la foto, y por si las moscas, observo a la nueva. En plan profesional, muy a lo mío. Sigue llorando, pero menos. No sé si les he dicho su nombre. Lo más probable es que no, porque no me lo sé. De apellido, sí. Moreno, como uno que había en Servicios Generales que era cojo y bastante maricón de no darle confianzas. Bueno, y el caso es que una noche se le debió ir la mano con algo o con alguien, y vive ahora en lo alto de una cama porque no se puede mover barbilla abajo. A veces, y sólo porque sé que le jode, voy a pasar la tarde a su casa. Como es soltero, cuida de él una tía que fue monja pero que luego la echaron porque era de tener gases y se conoce que molestaba en el convento o donde fuera que se reuniera con las amigas. Bueno, que eso es lo que cuenta Moreno –el paralítico-, aunque vayan ustedes a saber.


Que me pierdo. Moreno –la nueva- y Moreno –el paralítico y antiguo maricón- no son nada. Quiero decir, que sí, que se llaman igual, pero aparte de eso, que no son familia. Bueno, en una cosa sí que se parecen. Los dos son un coñazo. Y a mí esa gente, qué quieren que les diga, me encanta. Les metes un dedo en el ojo y se cabrean, así que qué vas a hacerle, les metes el otro dedo y más profundo a ser posible. Me dejo los riñones de reírme. Cuando voy a casa del Moreno, que mira que le jode verme, su tía me da pastas y chinchón. Y me pongo ciego y le digo a la tía : “Salga, dese una vuelta, aproveche que estoy yo aquí y no tengo prisa”. Y cuando nos deja solos, le puteo. Le quito los pantalones, le pongo un mechero en los huevos –total, como no sientes nada, maricón-,... Las bromas típicas entre compañeros.

A Moreno la nueva la he dejado llorar un día más -aunque hoy ya ha sido menos. Mañana me voy a por ella, que ya me ha hecho cling cling el autluk y tengo al Alcocer con su garganta y su cuchillo de salvapantallas.

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