martes, 21 de octubre de 2008

Ese puto móvil




Levanten la vista de su mesa. ¿A que sí? ¿A que al menos hay un capullo, móvil en mano, arriba y abajo de la oficina, y hablando a gritos? Eso si no son tres o cuatro, que los capullos, ya se sabe, son como los conejos, que los dejas y se reproducen expositivamente y al ciento por ciento también.

Capullos y teléfonos móviles. Una mala combinación. Pero también, a qué negarlo, la combinación de nuestros días. Que no das un paso y te tropiezas con uno.

­ - Pues yo ya le dije. Angelito, que te metas las facturas por el escroto mismo…

Que dicen que dan cáncer. Y que dan imposibilidad. Y qué sé yo la de cosas que da. Pues ni de coña. Capullo y móvil: tío caminando deprisa de un lado a otro de la oficina, atropellando a tocristo y soltando unos gritos quepaqué.

­ - Dile a tu madre que se ponga. Maricarmen, ¿pero no te he dicho que no me llame la niña al curro? ¿Es que no puede solucionárselo tú? ¿Cómo que no estoy en el curro? ¿Quién quieres que se ponga? ¿Ceballos, Arconada, Cifuentes…? Es que tiene cojones lo que tengo que pasar contigo. Que no, ostias, que no estoy con la rusa. Que lo de la rusa es una mentira, que ya me enteraré yo de quién ha sido…

¿Y del timbres? Que aquí hay que ser el más original de todos. Los de más de moda son la música del Exorcista (esa de tarán tan tantan, taaaratatán), el tipo que va silbando y silbando hasta que me cago en sus muérdagos, o el ruido de teléfono antiguo, que me me parece haber vuelto a la casa del pueblo. Más las vibraciones, el “papá, cógelo”, los pititos de aquí te están llamando pero en plan discreto, levántate y anda.

­ - ¿Pero será posible? ¿A quién se le ocurre meterse ahora en un piso, con la que está cayendo? ¿Y cómo te crees que vas a pagarlo?

Todo lo que hay alrededor de la telefonía móvil es para estragarse: los ruidos, los diseños, los modelos, los ayquefones que tienen el office para ayquefones, la música del elepetrés, los colores y las fundas, los diseños y los aires que se da el personal cuando está mirándose el móvil. Que mucho más importante es otra cosa y no se la miran con tanta ceremonia.

­ - No, ha dicho Méndez que mientras no nos llegue el contrato firmado, que se olvide de que le enviemos ni una sola. Pues que se ponga como quieras.

Los móviles en el bar, en el pasillo central de la oficina, en los descansillos, en los excusados, en el AVE y a la salida de una iglesia, en mitad del Carreflú y en la playa. Tapándose una oreja, poniendo la otra mano entre la boca y el móvil para que no se oiga el ruido del bareto. Pena del que inventó las tragaperras y su tirirín tirirín a toda ostia.

­ - Oyes, Manoli. Que ya estoy en Barajas. No, todavía no han abierto la puerta, pero en un momento ya estoy en el finger. Sí, luego ya voy para allá… Hija, qué cosas, pues en taxi… ¡Pues lo que se tarda en llegar, joder!.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

odio los moviles,
la cultura que hay alrededor de los moviles,
el gasto y el consumo estupido que nos hemos añadido a nuestra vida,
y lo que ha "incomunicado" a nuestra sociedad

un coñazo magificado como la casa de GH

lo has expresado tal cual

el hombre topo dijo...

A mí usted me habla de usted, que soy topo y oficinista.

Y por lo demás, perdone que no le haya entendido, que me ha pillado justo hablando por el móvil.