miércoles, 18 de junio de 2008

Defensa y Ataque - 1


El oficinista zen jamás adopta una actitud agresiva.

Jamás.

Ni ante problemas ni ante personas.

El oficinista zen está en su sitio, todo lo demás gira en torno a él.

Ser agresivo significa querer cambiar el orden sagrado de las cosas.

Y eso es peligroso.



Si a primera hora de la mañana llaman al oficinista zen con una estupidez y un tono muy de tocarle el cosmos, nuestro héroe jamás exteriorizará malestar o impaciencia ante el contendiente que frente a él se muestra.

- Buenas, que soy de la Oficina de Seguimiento de Contratos –tono abrupto y amenazador.
- Muy buenas, tú dirás –tono zen, esto es tranquilo y distante, cual arroyo de las altas montañas.
- Es que resulta que estamos haciendo una revisión de los contratos vencidos y con saldo negativo… -pausa para aumentar el efecto dramático.
- ¿Y? –le pregunto con mi tono de arroyo zen, más que nada para ayudarle con el efecto dramático.
- Pues que sales en los papeles como el peor gestor de contratos de la historia de la compañía –como frase lapidaria no está mal, aunque yo hubiera sido aún más tremendista, no en vano la pausa previa pedía algo un poquito más fuerte.
- ¿De verdad? –el deshielo recién comenzado hace que las laderas se pueblen de hermosas florecillas de los más diversos colores.
- Sí, de verdad. Se te va a caer el pelo, macho. En cuanto le pase mis conclusiones a Gómez Arriolístegui.
- ¡Qué me dices! ¡Pero si eso no puede ser! Yo creo que estaba todo bien… -creerá el lector que el oficinista zen ha sido presa del pánico; nada más lejos, no es más que un breve repliegue que sirva para asentar mejor el cuerpo, así como maniobra de despiste para el enemigo.
- Pues ya te puedes ir preparando…
- No habrá ningún error, ¿verdad? Me refiero que a lo mejor, si estuviérais usando sólo los listados de los cierres…
- Claro que usamos sólo los listados de los cierres.
- Eso es lo que te decía, que si solamente usarais los cierres, pues claro…

Me van a permitir que interrumpa, que esto es importante. Vean cómo el oficinista zen ha introducido ya un elemento nuevo y perturbador en la conversación. Los listados de los cierres es la única fuente fiable, no se usan más fuentes para el análisis ese de los contratos, pero con esta sutil pero atrevida finta, ya sabemos algunas cosas nuevas:

- El que llama no sabe que no hay más sitios ni listados de donde sacar la información.
- El oficinista zen sabe que no, que no existen.
- El que llama ha descubierto de manera peligrosa uno de sus flancos: no saber de lo que habla.
- El oficinista zen lleva ventaja y la va a aprovechar. No tendrá más que enfrentar a su oponente contra sus miedos. Verán de qué manera más sencilla.

El imbécil del otro lado es prepotente y va a por todas. Ha equivocado la táctica; como es costumbre de nuestro tiempo, ha empezado agresivo, pavorrealesco. Error. Al atacar, el guerrero siempre descuida sus defensas. En algún momento, sin darse cuenta, una pequeña fisura que asoma por entre las piezas de la armadura, por entre las líneas de soldados, desplegadas tal vez con demasiada precipitación. Y he aquí por donde atacará –paciente y sabio- el oficinista zen.

- No sé de qué me estás hablando. Con los listados de cierre se ve todo.
- ¿Y las reservas por movimientos en curso? Es que sin ese dato, siempre os dará saldo negativo. Vamos a ver, entiéndeme; que no estoy diciendo que lo tengas mal, soy consciente de que mis proyectos no van bien, y muy probablemente tengas razón, pero si estás comparando los márgenes de mis proyectos con los de los demás, pero sin tener en cuenta las reservas por movimientos en curso, ni el recálculo ponderado por anualidad vencida…

La bomba ha sido arrojada. Con notable habilidad y limpieza, pues ha caído en plena retaguardia enemiga, aprovechando el flanco que recién había dejado al descubierto con su irracional movimiento primero de ataque.

Los titubeos, las dudas y palabras a medias… El mejor de los síntomas…

- ¿El qué? ¿Movimientos en curso de las anualidades ponderadas…?
- No, las reservas por movimientos en curso y el recálculo ponderado por anualidad vencida. Son dos magnitudes fundamentales. De hecho, no sé si recuerdas, pero hace cosa de un par de meses que Arriolateguía envió un correo advirtiendo del tema.
- Arriolístegui. Gómez-Arriolístegui –corrige el otro, cada vez con menos esperanzas de recuperar la iniciativa.

Craso error. Poniéndole esa inocente trampa, el oficinista zen comprueba satisfecho que, no habiendo sido corregido más que en ese pequeño punto, el contrincante no tiene lo que se dice ni la más puta de las ideas sobre las famosas reservas ponderadas y resto de parientes organigrámicos. Muy lógico, teniendo en cuenta que esos listados jamás de la vida han existido en lugar ni empresa ninguna.

El combate entra ahora en una nueva fase. Pero para ello, habremos de esperar unos días, ya que este oficinista zen debe retirarse y descansar. Su espíritu agotado, y sediento del arrullo de la brisa por entre los cedros, necesita de reposo y contemplación.

Así que les dejo por ahora. Apoyado en el respaldo móvil de mi silla ajustable, procedo a acariciar lenta y pausadamente mis propios testículos mientras me pongo con el Messenger, marca registrada. Microchof. Creo.

3 comentarios:

El Profesional dijo...

y, si acaso falla, un buen par de (h)ostias en el ascensor.

(h)ostias zen. De las de hacer daño.

Anónimo dijo...

By water my friend, que diría que gurú. O, si falla, como dice "el profesional" un par de hostias como dos panes, que al menos sosiegan.
Touché hombre-topo.

el hombre topo dijo...

zen tollos de ostias, que diría el viejo de la cabaña...